Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO: El miedo flotante que ha mantenido preso los gobiernos

ESTO PIENSO, ESTO CREO: El miedo flotante que ha mantenido preso los gobiernos

Es o no una dicotomía, quejarse por la falta de dinero y al mismo tiempo derrocharlo a manos llenas; pretender abusar de la clase media, con más impuestos y por igual acelerar el espectro de los llamados pobres padres de familia, por medio a ser “solidario”, con acciones inocultables de populismo, clientelismo puramente político; hacerse de la vista gorda ante las invasiones de terrenos públicos y privados, en donde por otra parte, se incentiva este tipo de acción por la falta de autoridad manifiesta dentro de los llamados a ejercer el famoso monopolio de la violencia, que faculta al Estado para hacerle frente a estos desmanes? Quizás sí, quizás no.

“Si no hay sanción, hay corrupción. Sí no hay sanción, la comisión de delitos de toda índole se multiplica, se centuplica. Además de regular las relaciones entre el Estado y los gobernados, entre los gobernados y los gobernantes, hay que establecer sanciones que se apliquen, sin favor ni temor, sin injusticias ni privilegios. Ahí está el problema”.

Eso lo escribió don Bonaparte Gautreaux Piñeyro, con toda la razón del mundo pero, decir estas verdades no son bien vistas por los que nos mal gobiernan y más, por aquellos teóricos que viven en el aire, sin aterrizar y cuando lo hacen, el precio a pagar por lo regular, es bien alto para los que ponen los dineros en las arcas del Estado.

En los gobiernos y en la vida misma, el ser conservador, es algo así como una persona que no necesariamente debe ser inteligente o valiente para saber tomar decisiones, más, ni es, ni deja de ser ambas.

Es posible que hipostasiar la palabra miedo, en esta “nueva” generación de políticos y dirigentes, no sea lo correcto del todo pero, estamos cerca de ese concepto para describir la absurdidad en el comportamiento que exhiben ante los problemas causados por la falta de aplicar la autoridad para ponerle freno a los mismos.

Desde hace años, ha surgido una gran masa de indolentes, vagos, iletrados y vividores, que han descubierto la fórmula para vivir de los demás por medio del chantaje a los políticos que gobiernan.

De esta manera, se hacen dueños de tierras y todo tipo de propiedades, para luego exigir mejoras de las mismas, electricidad, agua y todos los servicios públicos, que son pagados principalmente, por la degradada clase media. Y es, que ese miedo de los gobernantes ante el accionar de los “pobres padres de familia” del transporte público, como el de carga, más bien parece una panofobia, o una ansiedad de temor libre y flotante, que rara vez ha desaparecido después del asesinato del hombre aquel.
Y hablo de miedo, porque percibo que algo silencioso, invisible y letal nos acecha, que podría ser la desidia, la falta de resiliencia para hacerle frente al gran caos en el cual estamos viviendo y que los políticos se empecinan en negar, como si a ellos no les llegará por igual la fatalidad a la cual nos está llevando esta falta de autoridad para aplicar las leyes, a todos por igual.

Donde ya vemos como los llamados a ejercer la misma, se comportan con agresividad inusitada; cómo tratan a las personas abusivamente, donde los burócratas permanecen en sus oficinas, teorizando o firmando papeles, en tanto la realidad se hace tangible.

Malaya sea este pensar y esta sensación de abandono. ¿Qué necesitamos una gran solución y muchos más recursos para cambiar, por ejemplo, el transito?¿Y por qué no pequeñas soluciones y menos recursos, que sumados nos darán grandes de las primeras? Sé que esto es una utopía en este país, donde si no hay millones, no se resuelve nada.

Sería algo así, imaginarnos la Justicia fuera de las manos de los políticos.
Cincuenta millones de dólares en préstamos para hacer “corredores” y otras tantas vainas en el tránsito, es casi un crimen, cuando no son capaces de tener siquiera grúas para remolcar los mal estacionados, y más ahora, que tampoco los pobres padres de familia quieren pagar multas.

 

Un apunte

La ambición por mantener el poder sólo conduce a las dictaduras.

El Nacional

La Voz de Todos