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Ética y periodismo

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Santiago.-   Nadie verá en la televisión mundial ni en las revistas de la gran élite a un Julian Assange caminar pausada y lentamente, en medio de una  deleitable música, a procurar de manos de un sonriente monarca el  prestigioso premio Nóbel de la Paz.

Nadie lo verá sonreír para los fotógrafos de la prensa internacional.

No sólo porque como un enigma o una esfinge rara necesita esconderse de la mirada del mundo.

Nadie lo verá descender raudo de un avión que se posará en Estocolmo para asistir en octubre a una ceremonia llena de júbilo, de pompa y protocolo de altura.Nadie se verá cara a cara por mucho tiempo con Julian Assange, editor de la revista digital que ha publica miles de documentos secretos sobre la invasión de Estados Unidos en Afganistán.

Porque aunque no se sienta necesariamente perseguido -y de alguna manera lo está-, necesitará el anonimato para continuar la saga internauta de la última aventura guerrera del pentágono estadounidense en tierras extranjeras.

Tierras extranjeras llenas de piedras preciosas, de litio, que sirve para atenuar ciertas locuras como la de la bipolaridad, y de gas natural que “últimamente” fueron descubiertas y anunciadas justo unos años después de la invasión.

La salida de Irak, invadido para una “guerra” que nunca tuvo ese nombre, no huele precisamente a victoria.

De su lado, los mercaderes del opio mundial que circula por las praderas misteriosas y los llanos y los caminos de Afganistán,  continuarán en su inalterada labor porque ese es su problema, no el de la intervención.

El enojado Pentágono estadounidense al que no sacudía un escándalo de altura desde los años 70 cuando le sacaron al aire unos papeles comprometedores sobre la guerra de Vietnam, llena de crímenes que lo estremecieron, afirma que las revelaciones en Internet del portal Wikileaks ponen en peligro vidas de informantes y colaboradores.

¿Acaso la guerra en Afganistán no pone en peligro la vida de miles de civiles, además de los que ya murieron y los que morirán en años de exterminio?

Declara que esta publicación de miles de documentos es irresponsable.

En cambio, ¿la guerra de por sí lo es?

Toda guerra se sabe comenzada en cualquier momento por sus gestores.

El fin de cada una de ellas es un enigma a dilucidar entre amagos de armisticio, entre negociaciones y entre inútiles llamados a la paz.

Julian Assange no recibirá el Nóbel de la paz que ya le dieron a un Henry Kissinger, gestor junto a Richard Nixon, de la caída del gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile.

Tampoco se lo dieron, que ya es el colmo, a Mahatma Ghandi.

En cambio se lo otorgaron por adelantado a Barak Obama, sin saberse como terminará su mandato y como una manera de decir: no se lo dimo a George W. Bush o  talvez: salimos con vida de él, a pesar del grave peligro.

Y para no cansar, le dieron el Nóbel de Literatura a Winston Churchill tal como si lo hubiese merecido y para no pasar por la pena de no tener que darle, compartido, el de la paz al odiado Josef Stalin, que participó con el en la firma del fin de la II Guerrra Mundial.

Entregarle el Nóbel de la paz a Julian Assange, que por cierto, se halla en Suecia ahora, acogido casi como un héroe, se vería en Estados Unidos como un reto y una provocación.

A veces, siempre ha sido así,  el ejercicio de la libertad pende de la dimensiones del pequeño equipo colgante que tenga cada individuo, no de los enunciados ni de las proclamas bienintencionadas de nadie por más flamantes o profanas que éstas pudieran ser.

Depende de esos pequeños seres desafiantes que se atreven a retar a los titanes.

Contrario a los corsarios del pasado, Assange es un soñador diferente que se atreve a compartir los detalles con los enojados por la guerra, con los hastiados, los desilusionados, los airados por la sin precio, sin rostro y sin reclamo.

Un apunte

Informes secretos

El Departamento de Estado de los Estados Unidos cuenta con millones de documentos clasificados sobre la participación  secreta de sus agentes   en conflictos militares y de inteligencia en otras naciones.

Assange  podría ser un eventual candidato al Nobel de la Paz.

El Nacional

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