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Evitemos un tsunami

Evitemos un tsunami

Man on diagram. Crisis. 3d

No hay crisis  sin solución

 
La historia del desarrollo de los pueblos y sus instituciones nos ha demostrado, que las crisis son proporcionales a sus soluciones. Y que, entre otras cosas, sirven para medir, tanto la intención, como la grandeza o pequeñez de los líderes que están en la obligación de visualizarla y afrontarla con la dimensión que exigen las circunstancias.
La determinación, sagacidad y destreza que se debe demostrar, en el manejo situacional de la dinámica de la realidad que las contienen, es el reto.

 
Aquí estamos hablando de crisis. Hoy ahora la hay. Están creadas las condiciones, para que estalle ¿con qué magnitud? No sabemos.

 
No hay que buscar una lupa para observar que hay contradicciones entre los sectores fáticos y mediáticos, desconfianza en amplios sectores populares y confusión en la gran masa silente.

 
Negar que la crisis vaya creciendo sería un grave error. Podría ser como ver, desde la orilla del mar, que el horizonte se está tornado oscuro, lúgubre; que se está produciendo un inusual movimiento brusco y extraño de las nubes, las cuales avanzan con un remolino que las empuja contoneándose como una bruja malvada.

 
Que las aguas de su entorno vienen avanzando con grandes oleadas hacia donde nos encontramos ¡se está convirtiendo en un tsunami! pero nos tornamos incrédulos, volteamos la cara, le damos la espalda, y, de repente, ya no hay tiempo, nos da con tanta fuerza que nos estrella, ya inertes contra los arrecifes…y nos ahoga en sus fauces, dejándolo todo envuelto en escombros que saltaron por el poder del ímpetu de las aguas bravas que no pudimos advertir.

 
Hombres y mujeres que ayer eran simples ciudadanos y ciudadanas de a pié, de repente andan en lujosos carruajes y hermosas mansiones; derrochando dinero por doquier. Comprando voluntades, humillando reputaciones. Todo esto ante la indiferencia de sus tutores jerárquicos, así como de los responsables de establecer un régimen de consecuencia que ponga fin a la anomia que padecemos.

 
Estamos atrapados. Tribunales que decepcionan y autoridades que desprotegen, niegan oportunidades y crean un déficit social que producen y reproducen niños y niñas con almas satánicas, alimentadas con dolor y miseria, los cuales al crecer en el laberinto de la inequidad y la exclusión, se vuelven contra la sociedad que los configuró como monstruos.

 
Estamos entonces ante una crisis de justicia, la cual produce un tumor de desesperanza y falta de fe. Se cuestionan las autoridades. Se duda de ellas. La desconfianza nos arropa. Se nos confunde de nuevo el horizonte que tenemos por delante. No estamos advirtiendo el tsunami. Puede ser peligroso.

 
Estamos ante una gran crisis de valores y principios que no podemos negar. Hemos cacareado una democracia representativa que es todo un reality show, donde los actores y actrices tienen una concepción de la vida, que consiste en ganar, no importa cómo.

 
El narcicismo que predomina en la tómbola política, en la mayoría de los frentes, lo ha hecho entender, que el “éxito” es más importante que el respeto a su propia persona y a los demás.

 
La solución
Como toda crisis trae encubada su solución, entonces busquémosla. Tal vez podríamos comenzar con: Primero: Que el presidente Danilo Medina se apoye en el art- 373 del Código Procesal Penal, y nombre fiscales adjuntos independientes, para el caso de funcionarios involucrados en acusaciones de corrupción, como sería el engorroso caso de la Odebrecht, en procura de pruebas no contaminadas, reflejar garantía en el debido proceso y, sobre todo recuperar la confianza perdida.

 
Segundo: Anunciar la solicitud de reformar la Constitución, para modificar la forma de elección de los jueces y los fiscales, de modo que estos terminen siendo elegidos directamente por el pueblo, y no dependientes de los poderes legislativos y ejecutivo, como son ahora, por lo que están atados a los intereses de quienes los escogen desde el Consejo Nacional de la Magistratura.

 
Tercero: Que la JCE asuma con determinación darle cumplimiento al artículo 68 de la Ley Electoral, que obliga a los partidos a celebrar convenciones, sancionar con multas y prisión a los que sobornan y compran y venden cédulas. También obligar la apertura de los locales de los partidos para impartir la Constitución y las leyes 275-97, y la 176-07 que rige las alcaldías.

El Nacional

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