Opinión

Expresidentes e impunidad

Expresidentes e impunidad

Juan Bosch, como ex presidente, no necesitó ni de inmunidad ni de perdón “magnánime” de presidentes o gobiernos posteriores a su gestión, para que nadie planteara acusaciones penales o instruyera procesos judiciales en su contra.

Su fórmula fue muy sencilla, y la voy a decir con su propia consigna: “ni mató ni robó”. Tampoco lo hizo su gobierno y el PRD de entonces.

Balaguer -cuyo régimen rompió récords en latrocinio y asesinatos- necesitó y contó con el perdón y la protección empecinada que emanó de los gobiernos y presidentes que le sucedieron; previamente infectados por el ejercicio de la política como negocio de una “clase” solidaria: Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Leonel Fernández e Hipólito Mejía. Y no solo él tuvo esa “suerte”, sino la jauría mayor que le acompañó.

Así, el galardón de la “inmunidad” y el “respeto” a la investidura de haber presidido el delito de Estado, sirvió de manto a una perversa impunidad, precedida de cobardías, frentes patrióticos pestilentes e inmundas “amarraderas de chivas”.

El tema sigue impertérrito y emanando versiones pútridas. Un ex fiscal, al servicio del ex presidente Fernández, habló de como éste “generosamente” detuvo la investigación judicial que se le quiso hacer a Hipólito sobre el caso Quirino, argumentando la “solemne investidura” de ex presidente del posible agraviado.

Ese mismo ex fiscal y otro subalterno -actuantes ambos en aquella investigación amañada- para proteger a Leonel de la actual embestida quirinezca, declararon que ninguno de esos dos ex presidentes sostuvieron relaciones provechosas con el capo principal de esos “empolvados” negocios. Pero tampoco políticos, funcionarios, bancos, empresarios y generales. Solo se asociaron a él los tipos incluidos en el paquete de la extradición.

Pasó en ese caso algo parecido a lo que acontece en los casos de Figueroa Agosto, Nelson Solano y Del Tiempo Márquez: curiosa e irónicamente no hay culpables internos más allá de piezas menores, no hay conexiones con los gobiernos, no hay vínculos con el Estado y el poder, no aparecen presidentes ni jorocones, por más evidencias y testimonios que indiquen lo contrario.

Para eso es muy útil no diferenciar lo que Quirino pudo declarar aquí, lo que se logró esfumar en indagatorias locales manipuladas y lo que él confesó en EEUU para que le rebajaran la pena, ya resentido por el abandono de sus padrinos políticos; lo que evidentemente es fuente de sus recientes intervenciones, inconcebibles sin la anuencia gringa.

El Nacional

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