Opinión

Falso problema

Falso problema

Mi hijo Manuel Alejandro, con sus inquietudes sociales y políticas, me pregunta con insistencia por el tema de moda: La migración haitiana y los supuestos peligros que arrastra para nuestra supervivencia como nación, y me solicitó que escribiera sobre eso.

Mi primera advertencia fue que no permitiera que su valoración sobre el patriotismo de algunos personajes dominicanos se forje a partir de sus posiciones asumidas sobre este particular, porque es pura simulación, falsía y doble moral.

No es cierto que sus actitudes respondan de manera sincera a un sentimiento de defensa radical de nuestra soberanía ni de los mejores intereses del país. Se trata de una pose que tiene una vinculación indisoluble con el débil referente de que se trata. De no ser Haití, con toda la carga que conlleva en términos de historia, negritud y pobreza, o de tratarse la artificial confrontación con Estados Unidos, ninguno de estos “patriotas” apareciera.

Le he explicado que hay mucho de politiquería en todo esto. Al crearse un escenario que parecería que estamos resistiendo una cruzada internacional implementada con alevosía, convertirse en las voces que nos defienden reditúa políticamente. Ante la agresión externa, la unidad interna. Eso, también, ofrece beneficios adicionales en tanto y en cuanto focaliza la atención nacional hacia el problema que no es y la hace distraer de los problemas que sí son.

Nadie ha negado el derecho de esta y de cualquier otra nación de establecer las reglas que quiera sobre el ingreso y permanencia en su territorio de personas extranjeras, pero no pretendan convencernos de que este desastre que como sociedad somos tiene su causa en la presencia de haitianos en nuestro país, presencia que, por demás, no se ha generado de manera casual, sino como consecuencia de los enormes beneficios que ese tráfico, caótico con intención, representa a ambos Estado y a exponentes significativos de sus respectivas clases dominantes.

¿Por qué no se aborda con seriedad la determinación del balance en el producto bruto interno dominicano entre lo que gastamos en los servicios que ofrecemos a la población haitiana y lo que ella aporta con lo que hace al insertarse en el aparato productivo nacional?

¿Acaso se teme que ese resultado desnude la cara tras la cual se oculta la verdad y se descubra el lucrativo negocio que se hace a costa de algo que, como los seres humanos, jamás debiera recibir similar tratamiento que las mercancías?

El Nacional

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