¿Qué Pasa?

Falta de fortaleza y madurez motiva depresión en infantes

Falta de fortaleza  y madurez motiva depresión en infantes

Muchas veces creemos y así lo afirman algunos adultos, que los niños y adolescentes no tienen problemas. No justificamos, ni entendemos cuando los vemos arinconados o tristes, porque ellos “lo tienen todo resuelto”.

Esperamos que la infancia transcurra sin grandes dificultades emocionales y por eso cuando nos hablan de que los niños se deprimen, decimos que a ellos no les da eso.

Sin embargo –afirma la psicóloga Carmen Virginia Rodríguez- la depresión afecta también a los niños y adolescentes, requiriendo un tratamiento apropiado para su recuperación.

“La falta de fortaleza y madurez hace que los infantes sean más vulnerables a padecer depresión frente a situaciones que no alcanzan a procesar ni comprender en su sistema psicoemocional y en la mayoría de las ocasiones no pueden describir aquello que les provoca malestar y cambios en la conducta”, afirma la terapeuta.

Al igual que en los adultos, la depresión infantil es considerada como un trastorno del estado de ánimo, el cual puede resultar incapacitante y produce diversos malestares. Sin embargo, en los niños este trastorno puede ser altamente peligroso e interferir en su desarrollo, debido a la falta de madurez emocional y a la falta de recursos para manejar sus propias emociones.

La experta del Centro Psicológicamente afirma que la depresión infantil podría tener varias similitudes con la depresión adulta. En el Estadístico de los Trastornos Mentales (siglas en inglés ICD-10 y en español CIE-10), podemos encontrar algunos síntomas que varían y establecen la diferencia en el caso de los niños.
Cuándo considerarla

Carmen Virginia Rodríguez ejemplifica que tan solo con la presencia de los dos síntomas que describe a continuación, se podría estar considerando una depresión infantil:

-Humor depresivo: los niños y adolescentes pueden presentar un estado de ánimo deprimido o irritable. Los más pequeños no son capaces de describir cómo se sienten y suelen quejarse de molestias físicas imprecisas, y mostrar una triste expresión facial o una escasa comunicación visual. El ánimo irritable se puede manifestar con una conducta agresiva o acciones que demuestren hostilidad o cólera.

-Perdida de interés hacia el entorno o incapacidad para disfrutar con el juego o con las actividades escolares. Pérdida de confianza. Reproches que en los niños se refleja mediante autodesvalorización o un sentimiento de culpa excesivo o inapropiado de ideas o intentos autodestructivos.

Realizar acciones en las que corre riesgos en forma reiterada a veces como si se tratase de un juego. No conocer la dimensión ni tener la capacidad de realizar un análisis como consecuencia de sus acciones, los hace más vulnerables a cometer acciones donde ponen en riesgo su vida e integridad.

También la incapacidad para concentrarse o tomar decisiones que en el caso de niño a veces se traduce en problemas de conducta o bajo rendimiento académico, reflejándose en bajas calificaciones y acciones donde los maestros suelen quejarse de intranquilidad e impulsividad en el aula. “habla mucho”, “nunca está tranquilo”, “molesta a los demás”.

EL DATO

Para llegar a un diagnóstico adecuado y certero hay que ir más allá de los prejuicios. Dentro de los síntomas que delaten el problema están:

Desatención
– No presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares, en el trabajo u otras actividades.
– Dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas.
– Parece no escuchar cuando se le habla directamente.
– No sigue instrucciones y no finaliza tareas o asignaciones.
– Tiene dificultad para organizar tareas y actividades
– Evita, le disgusta o es renuente a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido.
– Extravía objetos necesarios para tareas o actividades.
– Se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes.
– Es descuidado en las actividades diarias.

Hiperactividad
– Mueve en exceso manos o pies, o se mueve en su asiento.
– Abandona su asiento en la clase o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado.
– Corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado.
– Tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades.