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Falta de lectores lleva librerías a la quiebra

Falta de lectores lleva librerías  a la quiebra

Los cierre de librerías se extienden en el país como la verdolaga. Las razones son diversas. La pérdida de los hábitos de lectura, los altos precios de los libros y los elevados costos de mantenimiento de los locales son algunas de las causas que motivan la quiebra de decenas de librerías y otros espacios para el conocimiento. La falta de una política estatal de incentivo a la lectura entre los jóvenes, así como la proliferación de medios de información electrónicos como la Internet, televisión y telefónos inteligentes, son otras de las razones que marcaron el fin de cientos de librerías en el país.

Según testimonios de algunos libreros, las ventas del sector disminuyeron en más de un 60 por ciento, en los últimos años. De 18 librerías que operaban en la Ciudad Colonial apenas 4 quedan abiertas, desenvolviéndose en medio de serias dificultades.

La crisis en el negocio del libro empezó a preocupar a la sociedad en diciembre del 2013, cuando Mateca, una de las librerías más emblemáticas del país, anunció que cerraría sus puertas, luego de 38 años de servicios, en su local de la avenida Abraham Lincoln.

Un año antes, en diciembre del 2012, cerró Thesaurus, luego de 13 años de servicios ininterrumpidos, dejando un dejo de amargura en sus asiduos visitantes desde el 1999.

La misma suerte corrieron librerías que fueron un referente cultural para los dominicanos como Casa Cuello, América, Lope de Vega, Instituto del Libro Blasco y FiloBiblia.

En un esfuerzo por sobrevivir, algunos establecimientos han reducido considerablemente los espacios dedicados a la exhibición de libros y especializarse por renglones.

Daniel Díaz Liberato, propietario de la librería La Filantrópica, contó que “en principio, vendíamos libros de todo género, pero en la medida en que las cosas se fueron estrechando optamos por especializarnos en textos de derecho”

Otros incorporaron al negocio la venta de materiales de oficina, escolares y otros artículos.

“Este negocio que está viviendo una situación muy difícil. Apenas podemos cumplir con los compromisos básicos”, manifestó Virtudes Uribe, propietaria de la Librería La Trinitaria, situada en calle Arzobispo Nouel, la Zona Colonial, con más de 3,000 títulos a disposición de los lectores.

Uribe asegura que la presente es la etapa más “oscura” de la historia de la industria del libro en República Dominicana, “donde no se vislumbra una luz que nos indique que el libro tendrá el espacio que se merece y que necesita esta juventud que se está levantando ahora”.

“Estos últimos años han sido difícil para todo el sector librero. Muchas lubrerías están cerrada hace mucho aunque tengan una puerta abierta”, señaló Díaz Liberato, quien lleva 40 años en el negocio.

En diciembre del 2008, el Gobierno anunció “con bombos y platillos” la promulgación de la Ley Nacional del Libro, con el objetivo de incentivar el negocio del libro y convertirlo en una actividad rentable.

La falta de voluntad política para ejecutar sus mandatos convirtió ese esfuerzo en letras muertas con apenas seis años de promulgada.

Esa legislación, número 502-08, incluye la exoneración de pago de impuesto sobre la renta e ITBIS a la importación y exportación de libros, a la industria editorial, a los ingresos de los escritores, a los montos de sus premios nacionales e internacionales.

Incluye además, la obligación de dedicar el 0.5 por ciento del presupuesto de las obras pública para construir una red de bibliotecas y la obligación de las empresas de más de mil empleados de instalar una biblioteca en un plazo de dos años.

Ninguna de esas disposiciones se han cumplido, a pesar de que el entonces ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, definió esa legislación como “una de las más avanzadas y revolucionarias para un país latinoamericana y el resto del mundo”.

La mayoría de los libreros no ha logrado beneficiarse con la exoneración del pago de impuestos que contempla la Ley.

“He dado todos los pasos que me han dicho que de. Aparentemente, en teoría, todo anda bien, pero al final de la jornada no he podido lograr nada”, precisó Díaz Liberato.

Uribe considera que construir la red de bibliotecas públicas y escolares que contempla el artículo 28 de la Ley es indispensable para que se produzca un renacer de la industria del libro en el país.

“Mientras el Gobierno no se aboque a organizar bibliotecas y enriquecer las que hay, crear la cultura de visita a bibliotecas, los libreros vamos a seguir pasando penurias”, dijo.

Considera imprescidible que las autoridades imiten a los países a los países que tienen como prerrequisito para abrir una escuela o un centro cultural que éste sea dotado de una biblioteca, “porque ese es el sitio por excelencia para incentivar la lectura”.

Los libreros consideran que el libro y la tecnología deben ir de la mano, sin anularse.

Por eso, cuestionan que las autoridades den prioridades a las computadores por encima de los libros.

“Ahora no quieren que los alumnos usen mochilas sino tabletas”, dicen.

Las ferias internacionales y regionales del libro, lejos de ser un incentivo a la lectura y un alivio económico para los libreros, están generando grandes pérdidas a ese sector.

La mayoría del público no asiste a esa exhibición con el propósito de comprar obras, sino que prefiere la comida, el baile, el folklor y la diversión.

La gente llega en masa atraída por las facilidades de transporte y distracción gratis que ofrecen sus organizadores.

Son muy pocos los que llegan a las ferias del libro a aprovechar las rebajas en los precios y a surtirse con los nuevos títulos de la literatura nacional e internacional, como sucede en otros países.

Dennis Peña, presidente de la Cámara Dominicana del Libro y de la Asoación Dominicana de Libreros (ASODOLIBRO), dijo que, recientemente, encabezó una asamblea en la que participaron más de 100 miembros de esa entidad, que plantearon al ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez, hacer una reestructuración en el montaje de ese cónclave.

“Los libreros solicitan que se reduzcan los espacios de venta de comida y que las instituciones gubernamentales que participen usen pabellones que no constituyan una muestra de derroche de recursos y con temas y actividades vinculadas al quehacer cultural”, manifestó.

Piden, además, que en los primeros cinco días de feria se permita sólo la entrada de profesionales, académicos, editores, bibliotecarios y lectores que acudan a comprar libros.

“Que a partir de ese plazo se permita la entrada de escolares y que la visita de los estudiantes de las escuelas y colegios se corresponda con un programa organizado, de modo que puedan aprovechar la experiencia en su totalidad y que no sea una especie de recreo sin disciplina”, dijo.

Igualmente, solicitaron que los bonos vuelvan a ser recibidos por los libreros directamente, en base a un compromiso de respetar el origen de ese programa que busca que los estudiantes pobres puedan adquirir libros.

“Pedimos mayor seguridad, menos música, más orientación a los eventos, reducir el número de conferencias pagadas que implica traer escritores que cobran en dólares para ofrecer conferencias a las que no asisten quienes más podrían aprovecharlas”, insistió el dirigente gremial.

Empero, Peña se quejó que mientras los libreros reclaman mejores reclaman mejores condiciones para participar en la Ferida del Libro, el ministro de Cultura responde aumentando en un 67 por ciento el costo del derecho a participar en ese cónclave.

Afirmó que de los bonos que recibieron los libreros en la feria internacional de este año, todavía hay libreros con bonos que no han podido cobrar, como los dueños de la librería Júpiter.

A esos cuestionamientos el ministro de Cultura, manifestó que el Gobierno decidió seguir montando ferias del libro internacionales y regionales, como un espacio apropiados para la comercialización de libros.

Subrayó que el Ministerio de Cultura ni el Estado venden libros.

“Nosotros creamos las ferias para que en un marco de exposición cultural, atraer a miles a las mismas y las librerías hagan sus ofertas a los lectores”, precisó.

Rodríguez, expresó preocupación por los cierre de librerías, pero dijo que éstas fueron impactadas por la revolución tecnológica, como ha ocurrido con las tiendas de discos y las agencias de viajes, que han desaparecido.

“Han sido eliminadas unas formas de hacer negocios por el surgimiento de otras”, explicó.

“Esos son servicios que la gente ahora adquiere por Internet, y es lo que viene ocurriendo con el negocio de los libros”, manifestó el funcionario gubernamental.

“Las personas con una cultura tecnológica desarrollada, adquieren sus libros impresos a través de Internet, donde existe un mercado amplio con variadas ofertas”, significó.

“Las nuevas generaciones hoy leen en tabletas y otras herramientas electrónicas para la lectura de libros y eso reduce la venta del libro impreso”, dijo.

UN APUNTE

Tema visto por el ministro de Cultura

El ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez, consideró que las librerías fueron impactadas
revolución tecnológica, como ha ocurrido con las tiendas de discos y las agencias de viajes, que han desaparecido. “Esos son servicios que la gente ahora adquiere por Internet, y es lo que viene ocurriendo con el negocio de los libros”, dijo.

“Las personas con una cultura tecnológica desarrollada, adquieren sus libros impresos a través de Internet, donde existe un mercado amplio con variadas ofertas”. “Las nuevas generaciones hoy leen en tabletas y otras herramientas electrónicas para la lectura de libros. De modo que está en auge la venta y el intercambio del libro electrónico yeso reduce la venta del libro impreso”.

 

Pilar Moreno

Periodista de vasta experiencia en el periodismo educativo y político