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Faltan bibliotecas públicas en la RD

Faltan bibliotecas públicas en la RD

En la República Dominicana hasta el año 2010 existían alrededor de 60 mil bancas de apuestas. De ahí el adagio de que el dominicano hasta a “la picá” de ojo apuesta.

También 44 mil colmados y colmadones. Esto demuestra la afición del quisqueyano hacia el ron y la música al aire libre y los altos decibeles.

El mismo paisaje sólo ofrece tres bibliotecas públicas de importancia. La Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, la Biblioteca Infantil y Juvenil República Dominicana y la Biblioteca Pública de Villa Duarte Juan Sánchez Lamouth. Algunas universidades privadas, ante la escasez de bibliotecas públicas, han optado por fundar las propias. A esta modalidad se han visto obligadas universidades como INTEC, UNPHU, UASD, APEC, entre otras.

Y es que como política, las autoridades culturales dominicanas en escasas y esporádicas ocasiones, han estado tentadas a crear una red nacional de bibliotecas para contrarrestar ese grave vacío, esa imperdonable deficiencia.

En el año 1998 la Secretaría de Cultura ideó un programa especial llamado “Sistema de Bibliotecas Móviles” para fomentar la lectura en los sectores más desposeídos.

Como muchas iniciativas en el país, empezó con mucha alharaca e impulso. Pero terminó desinflándose. Es un hecho que a pesar de que las ciudades han crecido, que los barrios están hoy más que nunca atiborrados de jóvenes y niños, no ha habido una política para establecer bibliotecas en esos lugares ni para crear espacio para el desarrollo de la creatividad y la inteligencia.

Colombia es un buen ejemplo de lo que puede hacerse en esta materia. Basta señalar que desde el año 1990 hasta el 2002 crecieron los proyectos de bibliotecas públicas, y éstas fueron diseminadas a nivel nacional. Se abrieron sucursales en varias ciudades.

En Bogotá este proceso ayudó a que el número de usuarios de bibliotecas públicas pasara de unos tres millones en 1990 a cinco millones en 1998. Tanta importancia se le dio al tema de las bibliotecas públicas para el desarrollo de la cultura, que el entonces candidato presidencial, Álvaro Uribe, incluyó el tema en su agenda campaña, y lo puso entre sus puntos más importantes.

Se destaca en la experiencia colombiana, que la tecnología y el avance del Internet no están disociadas de las bibliotecas públicas. Más bien, han tenido la idea estupenda de buscar integrarlas y que la tecnología sea parte de una herramienta fundamental para que el ciudadano se apropie del conocimiento y que a la vez desarrolle el amor a la lectura.

Por cierto, el modelo de biblioteca pública colombiana es similar al francés y al estadounidense, en el que además del libro, han incorporado para el público y los usuarios, material de cine y de música, aspectos estos vitales para el crecimiento espiritual e intelectual de los pueblos.

Un elemento llama la atención en el sistema de implementación de bibliotecas públicas y las estrategias para que la gente se integre y crezcan los lectores, y es que prestan los libros, pues según afirman, no importa que se vayan a perder libros, pues lo vital es que el nivel de lectoría se incremente.

También han tomado la precaución de que las bibliotecas públicas no se conviertan en centros donde los escolares van a realizar única y exclusivamente sus tareas. La idea es que la lectura y la curiosidad por la cultura sean los elementos llamativos y centrales de estos espacios públicos.

Las autoridades de Cultura de la República Dominicana deberían incorporar este tema a su agenda. No hay desarrollo cultural sin lectores. El alma de un pueblo está estancada si no hay libros circulando. No es posible que uno recorra kilómetros y kilómetros en esta patria de Pedro Mir y nada más se tope con colmadones y bancas de apuestas.

Que la cultura esté tan centralizada y focalizada en pocos lugares, es un mensaje funesto, un residuo de barbarie. A campos, barrios, municipios, deben llegar las bibliotecas públicas unidas a la tecnología para que el estudiante y el ciudadano tengan las posibilidades de crecer espiritualmente.

Si los colmadones y las bancas de apuestas son símbolos de que hay un pueblo que a través del ruido y el azar pretender abandonar la miseria, las creaciones de bibliotecas públicas son un claro mensaje de que a las autoridades les preocupa que el hombre no sea nada más que un triste armazón de carne y huesos.
El autor es periodista y escritor.

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