Reportajes

Fascinación y naturaleza

Fascinación y naturaleza

PICO DUARTE.-   Carl C. Jung declara con  palabras menos elementales que la conciencia del razonar es la última conquista humana.

La evolución de la humanidad ha sido altamente irregular.

Es posible que aún le falte suficiente entendimiento incluso a su más alta élite creadora o pensante, tomándose en cuenta que el estudio profundo de la mente se halla en ciernes aún.

Aquellos pueblos que se guiaron por vía de sus intuiciones poderosas se convirtieron en civilizaciones deslumbrantes cuyas obras perviven como arte elevado y como registro de un pasado que aún permite la perplejidad metafísica.

Para compensar la casi ausencia del razonamiento moderno debieron esos pueblos y sus hombres y mujeres más lúcidos acudir a la creación de dioses que en realidad son proyecciones de los sentidos internos de la mente.

En el cielo infinito de la mente humana perviven como fantasmas  irredentos los mitos y los íntimos temores de la gente como dioses abarcadores como la noche, las magnitudes celestes, el  orbe estelar imponente.

Sólo porque esta soledad devela lo mejor del alma humana hay gente capaz de llorar sin motivos aparentes al borde de una oportuna fogata.

El modesto fuego que se alza para desalojar el frío en un lejano valle al amparo de la densa madrugada ejerce el ritmo de los cuerpos cercanos y la lejanía que acerca todo.

Otros fuegos desaforados son capaces de prender la cordillera con sus pinares y su compleja red de bosques dispersos y congregados.

No se necesitan demasiados argumentos para rodear el rugir de la leña en un redondel de candela, cuentos de camino, espíritu de ciudad e historias pluscuamperfectas del mito nacional.

Esa sucesión de elementos, agua congelada afuera, noche de brumas y lodo, neblina que traslada el misterio a las puertas de una caseta de madera, altitud, brisa incesante, recrean sin hacer fiesta ni decir nada la cosmogonía de la materia.

El fuego organizado es de una bondad extraordinaria.

Caotizado, trepado en una cordillera, agarrándose de la arboleda hasta extinguirla y reducirla a escombros irreconocibles es una voluntad cuya ceguera asusta y asombra.

Ardiendo entre piedras oscuras en medio de una enramada organizada es una bestia domesticada.

El fuego aún ejerce la misma fascinación, el agua la misma sed, pero nada se parece al primer día del hombre.

El infierno no siempre se halla situado en un lugar abstracto e indefinido.

Hay desde siempre un fuego ordinario, el del rayo, y otro que fue alguna vez un dios, el del sol.

Hay fuego de destrucción y de absorción, como descubrieron los hindúes remitiéndose a Agni, que es una deidad que escaló las cimas del cielo.

Ese fuego que calienta el mundo y que tiene capacidad para destruir y para devorar la tierra y secas sus mares y océanos, es un símbolo perenne de creación y aflicción.

Alimenta el horno y la fragua, le otorga significación al verano, cuece el alimento, mantiene a raya al poderoso invierno que alguna vez cubrió a toda la tierra.

En las leyendas que han edificado los milenios, en las escrituras sagradas, en las ceremonias de ciertas creencias se entra en sus lenguas quemantes para librarse del condicionamiento que proporcionan los sentidos.

Hay profetas que son llevados en carros de fuego, vivos, al divino cielo, hay rituales en los que un hombre en trance profundo pasa por encima de las brasas sin quemarse. 

Más de una religión antigua lo considera un elemento purificador que, ciertamente, en la idea científica actual, lo es.

Y vemos el fuego del corazón y en los Upanishad de La India, el de la iluminación, el tántrico, el ardiente, el que lleva las cosas al estado sutil, el de la combustión, el que unido al agua genera vapor, el que sube a las mayores alturas y el que se arrastra como serpiente mitológica, el de la unión de los seres, el de los planos microcósmicos, el de los manes sobrenaturales, el que es hijo de la madera, el de las esferas inalcanzables. el de los castigos implacables, el de la chispa que enciende mundos enteros, el que desata un big bang intenso del que todavía hay registros y huellas que no pueden cesar, el de la ardiente pasión, el de la sacudiría creadora, el profano, el de la percusión y el de la progenitura y la frotación.

El clima

Las excursiones de este año al Pico Duarte han sido traumáticas para los montañistas, ya que los cambios bruscos en la temperatura, provocó problemas de salud a muchos de ellos. Las dos primeras semanas de diciembre fueron de sequía, y las otras  dos de inundaciones.

El Nacional

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