Opinión

Fiasco clásico

Fiasco clásico

Escribí este artículo a propósito del clásico mundial de beisbol del año 2006. Sustituya Cuba por Holanda y comprobará que las derrotas que, no sólo en un ámbito específico, sino como nación, continuamos padeciendo, se deben a la subsistencia de las causas que las generan, lo cual permite presagiar la reiteración de las mismas.

“El país estuvo nucleado alrededor del equipo de pelota que lo representó en el clásico mundial de ese deporte. De entrada, esa posibilidad de aglutinamiento es algo positivo. Vamos ganando cuando, aun sea circunstancialmente, abandonamos esa fatal característica histórica que nos convierte en un conglomerado de obsesionados por una búsqueda frenética de conquistas personales”.

“El evento sirvió para demostrar que tenemos viva la capacidad de involucrar a la mayoría de los habitantes de esta tierra en un propósito común; que la ausencia secular de un proyecto de nación al que todos empujemos, no ha sido suficiente para mutilar definitivamente nuestra vocación de soñar”.

“Es una pena que la ocasión se haya tratado, ante todo, de un asunto de connotación comercial, donde el afán pecuniario, como en toda empresa de estos sistemas, prima sobre el elemento deportivo involucrado”.

“Con esa premisa debe iniciarse el análisis de los resultados obtenidos por el representativo dominicano, en el cual, más que evaluar las causas de su derrota, hay que estudiar las que determinaron el triunfo de Cuba sobre nosotros. Nuestra victoria era lo previsible, supuestamente éramos superiores. Lecciones útiles deriváramos de la compresión de los motivos que explican la victoria de la mayor de las antillas”.

“Nuestro combinado no logró trascender la condición de una espectacular reunión de estrellas  para pasar a tener categoría de equipo, de grupo cohesionado alrededor de un objetivo. Esa era la característica principal de los cubanos. En su alineación, con todo y su condición de estelar, el cuarto bate se sacrificó en su oportunidad tocando la pelota para beneficio del conjunto”.

“En otro aspecto, disfruta de una gran ventaja el dirigente de un equipo integrado por atletas subordinados al interés colectivo. El capataz de las estrellas está supeditado a los caprichos de éstas, quienes se creen infalibles y autónomas”.

“Quien dirige a un auténtico equipo no está condicionado más que al objetivo del triunfo, aspiración suprema de sus integrantes dentro del respeto irrestricto a las reglas del deporte y de la decencia. Las luminarias dependen del negocio que genera el dinero. Hay que cuidar el salario y evitar la lesión. La entrega es, por tanto, parcial”.

“De un lado se mueven las posibilidades de los millones para manos exclusivas. Del otro se actúa para gloria de todos. En un escenario, el afán es por quién brille más para fama y mérito individual. En el otro, la lucha es de todos para que resalte el equipo. La sinergia que eso produce hace la diferencia y explica lo que para muchos es sorpresivo, pero que en realidad, se llama mística”.

¿Cómo podrá el país recuperar los 25 millones de pesos que gastó en este Fiasco Clásico parte dos?. ¿Cómo podrá superar las taras que le impiden alcanzar la condición de conglomerado humano cohesionado por un propósito común?.

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El Nacional

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