Opinión

Fidel Castro

Fidel Castro

Los grandes personajes de la historia suelen ser o muy amados o muy odiados, y generalmente incomprendidos. Su mayor virtud y mayor pecado, será el valor de asumir su rol y defender su verdad, aunque estén equivocados.

Gran paradoja histórica de todos los tiempos. En esta ocasión y tras la muerte del ex presidente de Cuba, Fidel Castro, sería imposible no hablar de uno de los personajes más emblemáticos y polémicos de nuestra historia contemporánea. La historia, que es la encargada de juzgar a sus grandes protagonistas tendrá la última palabra, analizando y evaluando profundamente las circunstancias que acompañaron su dilatada vida terrenal y pública.

Cuando Fidel llega al poder, la situación geopolítica mundial, en la que dos superpotencias en una guerra fría se dividían la hegemonía del globo terráqueo, con dos sistemas políticos y económicos distintos, por un lado el capitalismo y la democracia liderada por los EEUU, y por otro lado el socialismo comunista, liderada por la Unión Soviética. Tras la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961, Fidel anunció públicamente que la cubana era una revolución socialista, y Khrushchev, presidente a la sazón de la Unión Soviética, felicitó a Castro por rechazar la invasión, asumiendo la defensa de su nuevo aliado político en el Caribe, y apoyándolo económicamente, como una cuestión de prestigio para la Unión Soviética.

La revolución de Fidel Castro, desafiando al Imperio norteamericano, logró eliminar el analfabetismo, bajar la mortalidad infantil, 100% de escolarización, importantes avances en las ciencias médicas, en el deporte con una gran cantidad de medallas olímpicas, y todo esto a pesar de más de 50 años de bloqueo económico patrocinado por los EEUU. Fidel Castro jugó su papel histórico, aunque más dilatado de lo necesario, luego de la caída del muro de Belín, y la Unión Soviética en los 90s, la Cuba de Fidel debió abrirse y evolucionar, adaptándose a los nuevos tiempos, como hicieron otras naciones de similares sistemas, tales como Rusia, China, etc. Tuve el privilegio de compartir y tratar personalmente a Fidel Castro en varios conclaves internacionales cuando éramos embajador del país ante la ONU y luego como canciller.

Su presencia física era impresionante, alto, corpulento y gallardo, lo cual contrastaba con su fino trato, calidez humana, carisma y preclara inteligencia. Me manifestaba sentir gran amor por el pueblo dominicano, y agradecimiento por los aportes históricos a su pueblo de nuestro Máximo Gómez, al igual que nos ponderaba otros políticos dominicanos que admiraba, como Juan Bosch, Joaquín Balaguer, de quien me dijo era enciclopedia viviente, entre otros. La historia lo juzgara a su debido tiempo, pero jamás ignorarlo, por su peso especifico y valor en defender sus convicciones y ser un símbolo de la dignidad.

El Nacional

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