Opinión

Fragmento

Fragmento

El ineludible empeño de las circunstancias me impone hoy asumir una actitud que antes pudo parecerme extraña, y que sin duda se opone a cierto fundamental concepto que mantengo en lo que atañe a la necesidad y conveniencia de que el Jefe del Estado sea reemplazado al terminar el período para que fue elegido.

He sostenido siempre que si bien fueron los atentados a la libertad la causa principal de nuestras pasadas conmociones políticas, también contribuyó a agravarlas el mal consejo de aspiraciones impacientes, y que conviene a la índole inquieta de nuestro pueblo el cambio frecuente de mandatarios.

Nada complacería tanto mi vanidad de hombre como aprovechar la oportunidad de desdeñar el Poder, en la gallarda actitud de un superior desprendimiento, ahora que esa oportunidad se me brinda con la seguridad de una victoria electoral cuya grandeza no podría empequeñecer ni aun la pobreza del disidente interés que se le opone.

Acepto, sin embargo, sin vacilar, que mi nombre sea postulado para la Presidencia de la Republica en el próximo periodo en la seguridad de que cumplo un gran deber y presto a mi país un eminente servicio.

Si solo fuera mi partido el que demandara de mi tal actitud acaso no habría encontrado en ese rasgo de abnegada fidelidad de mis viejos compañeros, razón bastante para asumirla, Pero un fenómeno político sin precedentes en nuestra historia, ha hecho que el partido que fue nuestro tradicional opositor, y que lo fue singularmente en la contienda electoral de 1924, la Coalición Patriótica de Ciudadanos se una al Partido Nacional para proclamar la necesidad de que yo sea reelegido, y por sobre el concierto de los partidos militantes, la voz desapasionada y serena de las clases neutrales, expresada reiteradamente y en forma a veces en realidad inesperada, han infundido en mi la persuasión de que aceptar la reelección es un deber.

Debo aplazar esta máxima aspiración de mi vida, por consideraciones de un orden superior, y lo hago con el ánimo resuelto.

Dejo así satisfecho el deseo de la mayoría de mis compatriotas, y disipada la incertidumbre que mí silencio había creado en relación con el resultado de las elecciones que han de verificarse en el próximo año.

(Fragmento del discurso de Horacio Vásquez el 22 de octubre de 1929).

El Nacional

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