Opinión

Freddy

Freddy

Pocos dominicanos han tenido la capacidad de penetrar con tanta efectividad en lo más profundo del  alma nacional, como Freddy Beras Goico.

 Libretista, comediante, compositor, productor  y conciencia crítica desde los espacios donde participó. A ese Freddy  le conoció el país. Al otro, el de la trinchera de abril de 1965, le recuerdan los que conocen una de las reglas esenciales de los ciudadanos de excepción: la trascendencia de los hombres públicos sólo es posible cuando su talento se orienta al servicio de las mejores causas.

 Uno de los episodios especiales del excelso Freddy Beras Goico, olvidado por algunos, consistió en su abrupta salida del país en períodos de intolerancia política y excesos gubernamentales. Ante episodios aberrantes de la vida pública, prefirió el duro exilio, antes que asociarse al estado de genuflexión generalizada que prevaleció en el país.

 Disfrutamos al Freddy Beras desde uno de los experimentos de entretenimiento, como El Gordo de la Semana, donde todos los domingos  la familia dominicana era testigo de las dimensiones de un ser humano que se levantaba con ira frente los abusos e injusticias y se transformaba en portavoz de la alegría de todo un pueblo.

 A ese Freddy Beras nunca le sedujo la militancia partidaria. Muchos entendieron la utilidad de trasladar a la arena pública los niveles de popularidad que siempre disfrutó. No obstante, siempre prefirió el respeto de todos, antes que una afinidad capaz de diluir el afecto y respetabilidad del conjunto de ciudadanos.

 Lo recuerdo por su genialidad. Así, nos abrió las puertas al delirio de un Carbonero que desde las blancas paredes de su vida se despedía de una modernidad que pondría fin a su viejo oficio. Allí donde los rastros de una música urbana no podían percibirse, su talento visionario colocó en los labios de una generación de comediantes ritmos y jergas de especial popularidad hoy en día.

 Ahora que el país conoce de su partida, todos sabemos el vacío que deja en el seno de una sociedad sedienta de esos valores, donde la vocación de servicio representó el eje esencial de su vida y razón de ser.

 Gloria eterna a un hombre excepcional.

 Paz  a sus restos.

El Nacional

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