En medio de esta barahúnda social y política en la que se desenvuelve cotidianamente la República Dominicana hay una noticia que viene a reconfortar el alma nacional.
La noticia a la que hacemos alusión es lo que se podría definir como un auténtico acto de desprendimiento económico poco usual en una sociedad tan marcada e inclinada al lucro y la acumulación material.
La información de que la familia Corripio, encabezada por el empresario José Luis Corripio Estrada, donó 100 millones de pesos de su patrimonio a cien instituciones sin fines de lucro, es un gesto que debe ser resaltado.
Este tipo de acciones hay que aplaudirla y ponderarla dado el hecho de que de un tiempo a esta parte en esta sociedad de mis amores y mis dolores se ha venido desatando una irracional inclinación a la ambición desmedida de dinero y un inmoderado deseo de acumulación primaria.
Aquí cada día que pasa, y eso es muy peligroso, los individuos y la familia en sentido general en su afán de acumular riquezas se han venido llevando de paro valores y principios fundamentales imprescindibles para vivir y crecer como sociedad civilizada.
De manera que, este gesto de la familia Corripio de colaborar con el país en esta fecha de conmemoración de los cien años de su llegada a la República Dominicana, merece si no el aplauso el reconocimiento de la sociedad dominicana.
Pero lo que resulta más aleccionador del tema que estamos valorando fueron las palabras finales de exhortación del señor Pepín Corripio al momento de anunciar la donación la cual se llevará a cabo el próximo 13 de noviembre de este año en el Teatro Nacional. Leamos.
La fundación que presido actúa de tal manera porque “queremos sentar un precedente para que nuestros descendientes sepan que tienen el compromiso de continuar haciéndolo en beneficio y agradecimiento a la sociedad dominicana, aún después que uno pase su periplo por esta vida”. Qué compromiso.
