Reportajes

Gibraltar, tierra que sirve para saciar codicias  de Reino Unido  y España

Gibraltar, tierra que sirve para saciar codicias  de Reino Unido  y España

Aunque -dado el predominio de la ciencia- casi no hay imposibles ya, es impensable una confrontación bélica de dos naciones modernas en un lugar que no llega siquiera a territorio.

Y que no pasa de ser un peñón cualquiera, habitado por unos cuantos miles de personas distraídas en los hábitos cotidianos, ajenas a la cantaleta dialéctica de sus dirigentes políticos.

Se hace inconcebible, por ejemplo, que un gobernante le ordene a su jefe militar: “vaya y déles una lección a esos… que pretenden mancillar nuestra soberanía sobre el Peñón de Gibraltar”.

(Inglaterra tiene bajo su administración el pedrusco ese desde hace tres siglos. A lo mejor hallaron una secreta mina de diamantes debajo o el horrible petróleo que ha dominado el curso de las guerras durante más de un siglo en el mundo).

El primer problema que se presentaría, de llegar la hipotética -y absurda, en la práctica- confrontación bélica es el de dónde pelear.

Resulta trágicamente risible que dos naciones se enfrenten por un pegoste de piedra en medio del mar.

Más risible aún es que no encuentren dónde posicionarse para un posible ataque mutuo.

La prensa internacional ya habla hasta de “escalada” como si realmente España y el Reino Unido (como les gusta a los ingleses ser llamados) se fueran a matar en una serie de episodios bélicos de gran magnitud.

La “crisis” comenzó a tomar matices feos cuando uno de los dos “enemigos” lanzó unos bloques “protectores” al mar e impide la pesca regular del otro.

(Siempre habrá excusas para dilucidar en algún terreno las contradicciones personales y entre naciones. Basta un cerillo para encender un polvorín).

La cobertura de esta distracción internacional tiene sus primores.

Se nota cierto sensacionalismo con la llegada y despliegue de buques de guerra -y el consiguiente clisé de “visita rutinaria”- que resultan todavía más visibles y ostentosos que el denominado peñón.

Lo más notorio es el celo que tienen ciertas naciones por su territorialidad, colocándose como machos alfa al frente de los ejercicios ¡musculares! Y en posición de aleccionar al presunto enemigo ocasional.

Parece ser que no hay mucho trabajo por ahí en algunos ejércitos  que muy bien pudieran ocuparse de construir puentes y dar auxilio en naciones pobres y en zonas de desastre, evitándoles el ridículo de los zafarranchos inútiles en un triste peñón, mar adentro.

El Nacional

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