Opinión

Gracias Wally!

Gracias Wally!

Cuando leí que se organizaba una protesta contra el Festival de Cine y Documental Homosexual que organizó nuestro gran amigo Henry Mercedes, entre otros, me reí. Los argumentos eran los mismos de siempre: que atentaba contra la moral y las buenas costumbres.
Me reí, porque siendo el tercer país con más feminicidios en la región, aquí no existe una comisión de radiofonía que prohíba las “canciones”, rap y reggaetón, merengues y salsas, cuya “letra” es una abierta incitación a la violencia contra la mujer, un irrespeto desde el comienzo hasta el final.
Me reí, porque en este país al autor del “Sapito”, un rap que yo desgloso con los grupos de mujeres para mostrarles cómo se maltrata a una mujer desde la primera línea hasta el final, el mal llamado Ministerio de la Juventud le dio un reconocimiento como “Joven del Año. El día que Mozart La Para adapte una sonata de Mozart a ritmo de rap, con letra que se pueda escuchar y dignifique a su madre, esposa, hermanas, primas, amigas y dominicanas en general, lo comenzaremos a respetar. Lo mismo se aplica al pobre Omega y otros autores.
Me reí, cuando escuché la reacción de las iglesias, las cuales nunca se han pronunciado contra la altísima tasa de embarazo de las niñas (desde los doce años) y la pederastia de hombres adultos contra niños y niñas donde también hemos batido record en la región. Ni contra la alta tasa de mortalidad materna resultante.
Es la hipocresía de una sociedad que se dice cristiana, pero donde lo que predomina es la mojigatería de las apariencias, desde el saludo hasta las prácticas navideñas de regalar lo que excede mientras se vive en la opulencia, y nadie se acuerda de una de las enseñanzas ejemplares de Jesucristo cuando apedreaban a la mujer adúltera: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Los y las homosexuales en este país han vivido en el terror cotidiano, en la obligación de ocultar su condición, una condición conocida de todos y sujeto de innumerables chistes y comentarios en las reuniones sociales.
Para una familia tener un hijo o hija homosexual siempre fue una desgracia, una enfermedad a ocultar, por eso miles de homosexuales en esta media isla tuvieron que casarse y tener hijos y llevar una doble vida, terrible para su psiquis y moral, porque convertía en algo sucio y clandestino lo que debía ser normal, diáfano, natural.
Hasta que llegó Wally Brewster, el embajador de Estados Unidos, con su esposo, y demostró que el amor homosexual es un derecho y una opción legítima en esta media isla de falsas intransigencias en todos los planos, dándonos una lección de tolerancia y paz. ¡Gracias!

El Nacional

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