Opinión

Gritos de prisión

Gritos de prisión

 El incremento de la inseguridad ciudadana tiene a la población dominicana en un estado generalizado de pánico. Ese sentimiento de pavor, como quien está perturbado por un estado de angustia permanente por temor a un futuro que se proyecta incierto, la está conduciendo  a distorsiones en el análisis de los hechos y a arribar, por eso, a conclusiones equivocadas.

 Una de las más resaltantes de esas creencias, caracterizadas por el error y por estar determinadas por premisas falsas, consiste en suponer que todo se va a solucionar si se confina detrás de las rejas a la mayor cantidad de personas durante el tiempo más prolongado. Es, semejante suposición, como abrigar la ilusión de que por matar un mosquito se acabarán las picaduras con todas sus secuelas.

 Eso constituye un ejemplo de lo que es una actitud reactiva ante consecuencias de episodios consumados, eludiendo, por un mecanismo muchas veces inconsciente que conduce a huir de la realidad, las causas que provocan los acontecimientos que generan el terror. Tal actitud deriva, de forma inevitable, en una constante frustración ante la comprobación de que no obstante las durezas de las medidas implantadas y las expectativas en ellas cifradas, todo, lejos de disminuir, no hace más que incrementarse.

 Es tal como sucede con los padres que, ante la inconducta reiterada del hijo, deciden quitarle media hora de televisión y hacerse los desentendidos por una irresponsable comodidad, ante los motivos que determinan el comportamiento reprensible. Como nada positivo va a ocurrir con ese vástago descarriado, a los padres no se les ocurre nada más insensato que aumentar las horas del castigo sin que se percaten de que, por ese camino, sería necesario extirpar del hogar el aparato electrónico, y ni así conseguirán algo diferente que no sea el agravamiento irreversible de su descendiente.

 Basta revisar las estadísticas penitenciarias dominicanas para saber que muy pocos condenados han cumplido la pena máxima de 30 años establecida en el todavía vigente código penal. Aun así, una de las respuestas que se han encontrado para enfrentar la referida inseguridad ciudadana, es la de subirla a 40 e incluir el cúmulo de penas.

 Mientras tanto, nada de tocar las bases sobre las que se sustenta un sistema generador de injusticias, de inequidades, privilegios, impunidades, de seudos referentes, de duplicidades descaradas, negador de oportunidades para la mayoría que debe resignarse a pasar por la vida y apenas saber que lo hizo.

El Nacional

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