Opinión

Guerra al terrorismo

Guerra al terrorismo

Desde el terrible ataque del 9 de septiembre del 2001 en los Estados Unidos, el mundo occidental se embarcó en una absurda “guerra contra el terrorismo”, tan abstracta, sin objetivos e igual de imposible de ganar como la guerra perdida contra las drogas. Sin embargo, el costo económico y en materia de derechos civiles de la guerra contra las drogas hoy luce diminuto en comparación con el daño que la guerra contra el terrorismo ha infligido sobre nuestras democracias, ya no solo en materia de derechos fundamentales sino en la politización del discurso del miedo que ha fortalecido movimientos ultranacionalistas en toda

Europa continental, ha impulsado la nominación de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, y en gran medida movió a que la mayoría de los votantes británicos apoyaran salir de la Unión Europea.

La guerra contra el terrorismo ya cuenta dentro de sus mayores víctimas al derecho a la privacidad, a la seguridad personal, a la dignidad y al principio de inocencia, sumándose el derecho al debido proceso entre sus más recientes víctimas luego de la masacre en Orlando. No obstante la gravedad de lo anterior, la politización de la susodicha guerra ya está empezando a permear en el proceso democrático e incidiendo de manera irracional y dañina en las votaciones, con consecuencias que pudieran ser mucho más terribles e irrevertibles a largo plazo.

El famoso Brexit es un ejemplo bastante claro de ello. En tiempos de crisis o estancamiento económico la absurda noción de que los inmigrantes son culpables de todos los males de la sociedad suele ser común en un grupo de personas. Sin embargo, ese desprecio sumado a un miedo irracional a un enemigo invisible ha hecho de los votantes de occidente mucho más vulnerables a políticos inescrupulosos que explotan esa debilidad e ignorancia para llevarles a desastres tales como el Brexit de la semana pasada.

De forma similar, el surgimiento de Trump en Estados Unidos y el fortalecimiento de los grupos ultranacionalistas en Europa continental parecen estar enviando una señal de que lo ocurrido con el Brexit no es algo aislado, y que las poblaciones en el mundo occidental parecen estar llegando a un punto crítico de tolerancia, cargado esencialmente por exageraciones e ideas irracionales.

No se asume que el terrorismo no sea real o que este en efecto pueda ser devastador en la vida de las personas afectadas, pero de ninguna forma es justificable que el daño limitado que puede hacer un grupo reducido de extremistas implique un peligro existencial para una forma de pensar y considerar nuestros derechos como naciones e individuos libres que sobrevivió dos Guerras Mundiales y la amenaza de la destrucción total con armas nucleares.

La guerra contra el terrorismo es hoy un túnel sin luz al final del camino que venimos atravesando, destruyendo todo lo que éramos y desfigurando todo lo que aspirábamos ser, y no hay suficientes vidas en este mundo, que valgan la pena alejarnos de los principios que como civilización nos establecimos hace ya casi 400 años. Es tiempo de cerrar el episodio de la guerra contra el terrorismo antes de que terminemos perdiéndonos junto a ella.

El Nacional

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