Opinión

Guy Alexandre

Guy Alexandre

POR: Max Puig
max.puig@gmail.com

 

Guy Alexandre nos hará mucha falta a todos los que, como él, tanto en Haití como en República Dominicana, aspiramos a un futuro mejor, más justo y solidario. También deseo recordar que la preocupación de Guy por el estrechamiento de los lazos entre los pueblos que compartimos la isla de Quisqueya venía de lejos. Desde mucho antes de su designación como embajador de Haití en República Dominicana Guy ya había trabajado en la construcción de relaciones fecundas entre las sociedades de nuestros dos países, particularmente en un terreno que le apasionaba, el de la educación. Una vez designado embajador le tocó desempeñar sus funciones en una de las situaciones más difíciles imaginables. Designado por el presidente Aristide ante el gobierno del presidente Balaguer, le tocó cumplir sus tareas en condiciones particularmente adversas.

En ese contexto Guy Alexandre se creció. Dio lo mejor de sí y fue en esas circunstancias que muchos dominicanos pudieron aquilatar el ser humano extraordinario que fue. Como embajador accesible y, al mismo tiempo seguro de sí mismo y de sus convicciones, Guy se ganó el afecto o, por lo menos, el respeto de sus interlocutores.

En el ejercicio de sus funciones no se limitó a actuar. Aprovechó para reflexionar cada día acerca de su práctica, construyendo toda una explicación sobre las relaciones entre los dos países. Los avatares de la política haitiana o dominicana no alteraron sus convicciones. Muy por el contrario, su respuesta ante los cambios fue siempre la de afinar su razonamiento terminando por convertirse en el especialista por excelencia de las relaciones domínico-haitianas en la época contemporánea. Supo elevarse por encima de los prejuicios y de las limitaciones al entendimiento que estos imponen, al punto de ser incomprendido por los sectarios de ambos lados de la frontera.

En septiembre del pasado año 2013 una decisión del Tribunal Constitucional dominicano agregó un ingrediente peligroso a las relaciones entre los dos países que comparten la isla. El infatigable Guy dedicó cada vez más horas de las que la prudencia aconseja, robándole horas al sueño y al descanso, a tratar de entender el por qué de la decisión y la manera más adecuada de abordarla.

Fuimos, y somos, muchos los dominicanos y dominicanas que no compartimos una decisión que, a nuestro juicio, niega los derechos humanos al mismo tiempo que viola el propio ordenamiento constitucional de la República Dominicana.

Lo importante es que, de ahí en adelante, Guy puso toda su capacidad, talento y hombría de bien en tratar de entender lo que sucedía convirtiéndose una vez más en el mejor abogado de la amistad entre los pueblos haitiano y dominicano.

Por lo profundo y certero de sus juicios los planteamientos de Guy eran escuchados y tenidos muy en cuenta por la gente más sensata de Haití y de República Dominicana. Al despedir a Guy, expreso el deseo profundo de muchos dominicanos y dominicanas de que actuemos con el rigor y la ausencia de prejuicios que le caracterizaron, teniendo siempre a la vista la sonrisa franca y abierta con la que premió a sus amigos de todo el mundo.

El Nacional

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