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Ha sido bien triste ser testigo de la caída de Félix Hernández

Ha sido bien triste ser testigo de la caída de Félix Hernández

SEATTLE, EE.UU, Mlb.com.- No hay nada en el béisbol-nada en el deporte-que produzca una sensación de vacío tan grande como ver a un jugador grandioso envejecer frente a tus ojos. Sin embargo, se trata de un proceso importante y común dentro del juego.

En Los Ángeles, nos hemos acostumbrado a ver fallando al dominicano Albert Pujols, uno de los grandes jugadores de la historia. El venezolano Miguel Cabrera, un ganador de la Triple Corona y un pelotero que ya puede ir empezando a trabajar en su discurso del Salón de la Fama, está lesionado y debilitado. Adam Wainwright ha sido un lanzador fantástico y una mejor persona, y ahora está luchando fuerte contra la idea del retiro.

Pero ninguno de esos casos duele tanto como ver al venezolano Félix Hernández descender.

Hernández era alegría pura, simplemente. Fue un muchacho que nació para lanzar. Lo descubrieron a los 14 años, cuando ya lanzaba sobre 90 millas por hora, y tenía 17 cuando jugó en su primera temporada en las menores con los Marineros.

¿Qué tan bueno era El Rey para esa época?

“Es difícil proyectar cuál será el techo para Hernández”, escribió Baseball America, “porque sus habilidades parecen no tener límites”.

“Sin límites” es como se le dice a un pitcher que puede lanzar su recta cerca de las 100 mph, que tiene una curva que rompe como una ola, un slider de 93 mph y el mejor cambio del béisbol. Pero incluso con todo eso, era la alegría que desprendía Hernández lanzando lo que lo hacía irresistible. Era como uno de esos conductores de orquesta que se mueve y se bambolea con la música, sintiendo cada nota, disfrutando cada segundo.

Hernández no tenía límites. Pero por sobre todas las cosas, era imposible no disfrutar viéndolo trabajar.

Del 2009 al 2014, El Rey Félix fue el mejor lanzador de la Liga Americana. Fue cinco veces al Juego de Estrellas en esas seis temporadas. El año en el que no fue, ganó el Cy Young de la Liga Americana. Terminó segundo otras dos veces, encabezó dos veces su liga en efectividad y también fue primero una vez en WHIP, FIP, blanqueadas, entradas lanzadas y victorias.

Lanzó un juego perfecto en el 2012, el más reciente en la historia de Grandes Ligas (lo que parece una locura, puesto que en el 2012 parecía que cada dos semanas se tiraba uno).

¿Ustedes saben qué era la gloria en aquella época? Quedarte despierto hasta tarde (si vivías en la Costa Este), poner el juego de los Marineros y disfrutar viendo lanzar a Félix. Eran ciencia y arte mezclados en uno solo. Prácticamente cada salida suya era una maravilla.

Viendo hacia el pasado, está bien claro que la caída comenzó en la segunda mitad de la temporada del 2015. Hernández estuvo tan increíble como siempre antes del Juego de Estrellas, tanto que parecía que podía ser su mejor campaña. Comenzó junio con récord de 8-1 y 1.91 de efectividad. Luego tuvo una mala salida contra los Yankees y dos malas aperturas más después ante los Astros (ocho carreras en un tercio de inning). Por momentos, aquello pareció un obstáculo en el camino, nada más. Rápidamente retomó el nivel. La idea de que el reinado de Félix estaba cerca del final era absolutamente inconcebible en ese momento.

Pero luego tuvo otra apertura desastrosa, esta vez ante los Medias Rojas en agosto. Le hicieron 10 carreras en 2.1 entradas. Al final, terminó el año con 18-9 y 3.53 de efectividad, lo que ciertamente es muy bueno, tanto que fue séptimo en el Cy Young de la Liga Americana. Pero algo estaba pasando.

El año siguiente cayó todavía más. Su recta perdió dos millas por hora. Empezó a depender más de su sinker. El legendario coach de lanzadores Bill Fischer dijo que uno se empieza a preocupar cuando una recta que se mueve como un sinker se convierte en un sinker. Es decir, cuando el pitcheo pierde su cualidad de “recta”.

Hernández tuvo un tremendo arranque el 2016, con 2.21 de efectividad después de nueve aperturas y la liga bateándole apenas para .205. Pero desde ahí todo salió mal, con 4.76 el resto del camino. Los ponches de Hernández disminuyeron, mientras que sus boletos y los jonrones aumentaron. No podía encontrar su control. Y el sinker no estaba funcionando. Los bateadores le ligaron para .543 ante dicho envío.

Fui a ver a Hernández durante los entrenamientos primaverales del 2017. Estaba motivado y decidido. Había sumado 12 libras de músculo. Tenía toda la intención de volver a montarse arriba de los bateadores. Su plan era volver a ser un lanzador de poder y tirar más rectas de cuatro costuras, el pitcheo que había sido su fundación cuando estaba bien. Había razones para ser optimistas, pues después de todo apenas tenía 31 años. Seguro, el Rey tenía que regresar.

Al contrario. Hernández tuvo un año desastroso que empezó con una lesión en el hombro de lanzar. Luego tuvo una en el bíceps. Y cuando lanzó, le costó sacar outs. Terminó la temporada con efectividad de 4.36, pero eso no cuenta toda la historia de cómo lució el venezolano.

Y finalmente llegó este año. Mientras menos digamos del 2018, mejor. Simplemente, no hay nada que Félix Hernández esté haciendo bien. No está ponchando y está dando muchos boletos. Está permitiendo jonrones y corredores en las bases, una terrible combinación. Su WHIP de 1.44 es el sexto peor entre los abridores de la Americana, y su efectividad de 5.73 es la segunda peor.

Y si todo eso no fuese lo suficientemente malo, Hernández ha lucido aun peor durante las últimas semanas. Sus problemas dispararon las alarmas de pánico y la semana pasada el manager Scott Servais anunció que el derecho iría al bullpen.

A estas alturas uno se pregunta qué irá a pasar con uno de los grandes lanzadores de esta generación. La velocidad de la recta claramente no va a regresar. En promedio, viaja a menos de 90 mph y Hernández básicamente ha dejado de tirarla. El sinker sigue sin moverse de la manera debida. Todavía tira una tremenda curva y un cambio sólido, pero cuando trata de lanzar duro es como si les estuviese tirando práctica de bateo a los toleteros de Grandes Ligas. No estoy seguro de cómo puede alguien sobrevivir tirando cambio y curva.

Por supuesto, lo único que uno puede hacer es ligar a favor de alguien que le trajo tanta alegría a todo el mundo. ¿Quién sabe? Quizás Hernández pueda redescubrir un par de millas por hora en el bullpen. Quizás esté lesionado y lo que necesita es descanso. Es difícil saber. Hernández tiene 32 años. Algo podría cambiar.

Por ahora, lo que nos queda es la triste realidad: En algún momento, todos los lanzadores empiezan a perder su nivel. Pero esto es un descalabro demasiado pronunciado y demasiado pronto. A veces el tiempo y los años no son justos.

El Nacional

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