Hace 52 años que la Organización de Estados Americanos (OEA) impuso sanciones diplomáticas y económicas contra República Dominicana por la virtual participación del dictador Rafael L. Trujillo en el atentado contra el presidente de Venezuela Rómulo Betancourt, ocurrido el 24 de junio de 1960.
La decisión fue adoptada a unanimidad en la VI Conferencia de Cancilleres, celebrada en San José, Costa Rica, con la participación de todos los países miembros del organismo regional.
La reunión fue convocada de urgencia por Venezuela, cuyas autoridades exigieron la ruptura de las relaciones diplomáticas y económicas de los países de América con el gobierno de Trujillo.
Venezuela demandó de la OEA una profunda investigación del caso y se designó una comisión integrada por Estados Unidos, Panamá, Uruguay y Argentina, que encontraron pruebas fehacientes que comprometían a República Dominicana a y a su gobierno.
Cuando aprobaron las sanciones ocupaba la presidencia de la República Héctor B. Trujillo Molina, quien fue designado de oficio dentro de una escaramuza del régimen de Trujillo dirigido a desvirtuar su responsabilidad en el intento de magnicidio contra Betancourt.
Era vicepresidente el doctor Joaquín Balaguer, quien asumió el poder semanas después, con la renuncia de Negro Trujillo.
Enterado el gobierno de Betancourt de las nuevas estrategias de Trujillo para mantener su hegemonía sobre el pueblo dominicano se promovieron nuevas demandas para que se materializaran con mayor celeridad las sanciones económicas contra el país, lo que impidió que el petróleo y sus derivados, así como las piezas de repuestos para aviones y vehículos, entraran regularmente a suelo dominicano.
Ante la crisis que la situación creo y con el objetivo de agenciarse partidas de combustibles, principalmente gasolina, Johnny Abbes reforzó sus contactos con autoridades de Haití, para lograr que el producto llegara por la frontera.
Además, se hacían gestiones en Oriente para comprar combustible al precio que fuera, con República Dominicana pagando el sobreprecio, debido principalmente a las largas distancias.
Más adelante Abbes emprendió acciones para establecer contactos con países socialistas de Europa para abrir una relación de intercambio comercial.
Con tales fines fue a Checoslovaquia y Polonia y de regreso estableció una nueva empresa, mientras la radio oficial anunciaba la venta de productos checos y carros holandeses.
Pero la situación internacional no cambiaba para Trujillo. Estados Unidos anunció la suspensión de la cuota azucarera otorgada a República Dominicana para la venta preferencial en el mercado norteamericano, medida que fue anunciada por el gobierno del presidente Eisenhower, y que fue mantenida por el nuevo gobernante John F. Kennedy.
El atentado
Betancourt había salido de su residencia en horas de la mañana y su automóvil era seguido por otros vehículos de dignatarios y oficiales de seguridad. Tomaron la avenida de Los Próceres, en Caracas, para dirigirse a presenciar un desfile militar, con ocasión del Día del Ejército.
Cuando el carro presidencial pasó junto a un automóvil Oldsmobile, verde claro, de cuatro puertas; una violenta explosión desvirtuó el espacio. El coche del presidente salió disparado hacia el otro lado de la avenida y se incendió.
Uno de sus ocupantes murió en el acto y Betancourt y sus demás acompañantes sufrieron heridas y quemaduras de segundo y tercer grados. De inmediato la Policía venezolana entró en acción y arrestó a los ocupantes del carro suicida.
En Santo Domingo las informaciones sobre la muerte del presidente de Venezuela fueron transmitidas con un tono de júbilo y alegría, pero Betancourt no había muerto en el atentado. Había sufrido quemaduras en los brazos y parte de la cara.
A su regreso a la casa presidencial habló al pueblo venezolano y sin rémoras ni titubeos acusó a Trujillo de ser el responsable de los hechos.