Opinión

Hatuey fue Hatuey

Hatuey  fue Hatuey

Su último esfuerzo fue también una de sus grandes frustraciones. El cáncer que lo devoraba no era su gran dolor. Su dolor era la miopía política de la oposición que no acaba de entender que si unida tenía que batallar para derrotar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), dividida sería menos que imposible.

Al no poder armar ese frente opositor, trató entonces de aglutinar a las fuerzas de izquierda, pero su desconcierto no pudo ser más amargo al tener que emplear 12 horas para conseguir una reunión entre los candidatos Minou Tavárez Mirabal y Guillermo Moreno, de los partidos Alianza Por la Democracia y Alianza País.
Con la sagacidad de que hizo gala en épocas difíciles, Hatuey de Camps pudo persuadir a Joaquín Balaguer de la necesidad de reformar el sistema judicial. Nadie esperaba tanto, pero el dirigente perredeísta no era dado a rendirse sin obtener algo más de lo que se proponía.

O, en otras palabras, no echaba pleitos de los que no podía salir airoso, con resultados tangibles. Por eso le dolió tanto que en el último proceso electoral la oposición y la izquierda no entendieran que la división las abocaba a una derrota fulminante frente al oficialismo. Tras el fracaso de sus iniciativas no vaciló en afirmar que el PLD ganaría las elecciones, no por constituir la mejor opción, sino por los errores de la oposición.

Hatuey fue el más coherente de los políticos dominicanos en su oposición a la reelección presidencial. Pero lo suyo no era fanatismo, sino resultado de reflexiones históricas sobre las consecuencias del continuismo en la nación. Decía que la utilización de los recursos del Estado es de las desgracias “de la maldita reelección presidencial”. No era un sectario, pero tampoco dado a dar su brazo a torcer.

En defensa de sus posiciones se distanció en su momento del profesor Juan Bosch, quien lo mimaba como su pupilo; de su gran líder y amigo, José Francisco Peña Gómez, y del presidente Salvador Jorge Blanco, por quien tanto luchó para llevarlo al poder.
El presidente del Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), que fundó después de su salida expulsado del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) por combatir los afanes reeleccionistas del entonces presidente Hipólito Mejía, fue también un político aguerrido, que no rehuía pleitos. Ni siquiera el cáncer de colon que se le detectó hace 10 años y que al final le quitó la vida a los 69 años de edad pudo recluirlo.

Luchó, como feroz gladiador, hasta el último momento.
Con Hatuey de Camps desaparece uno de los políticos más emblemáticos, que jamás asumió poses para ganar simpatías. Cultivó seguidores, pero también detractores. Hatuey siempre fue Hatuey sin medir las consecuencias para sus aspiraciones políticas.

El Nacional

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