Opinión

Hiroshima

Hiroshima

Era lunes 6 de agosto de 1945. El avión se llamaba Enola Gay. El capitán piloto era Paul Tibbets, asistido por Robert Lewis. Se trata de una nave B-29, de la denominación “Straight Flush”.

Están volando sobre la ciudad japonesa de Hiroshima.

Además de Paul Tibbets y Robert Lewis están en sus posiciones el encargado de ametrallamiento Robert Caron y el coordinador de la caja de controles Morris Jepson.

Son las 8:15 de este histórico día, que será recordado mientras exista la humanidad.

El presidente Harry Truman, quien había reemplazado, siendo vicepresidente, al fallecido presidente Franklin Delano Roosevelt, había dado la orden, que Paul Tibbets tenía por escrito en sobre cerrado para abrirlo cuando estuviera sobre el objetivo, de lanzar la Bomba Atómica sobre Hiroshima.

Era la culminación, en cierta forma, del célebre “Proyecto Manhattan”, que, en el plano militar, dirigía el brillante general y científico Leslie Robert Groves, y en el plano el eminente físico, sabio y discípulo de Albert Einstein, J. Robert Openheimer.

Se cumplen hoy 65 años que el suelo se llenó de sangre y el Cielo se llenó de azufre, como escribió el poeta Paul Eluard.

Morían en el primer impacto alrededor de 150 mil japoneses, mientras que millones perecerán por efectos a corto, mediano y largo plazo, de la radiación.

¿Fue el lunes 6 de agosto de 1945 solo el desquite de Estados Unidos de la humillación y daños terribles sufridos tras el ataque alevoso del famoso domingo 7 de diciembre de 1941, o sea, Peral Harbor?

No es tan sencillo, ya que le excusa del presidente Truman y de su estado mayor en aquellos días de lucha final contra un Japón que se negaba a rendirse aunque ya lo había hecho la Alemania nazi y Adolf Hitler se había suicidado, era, la excusa histórica, que así se aceleraba el final y se evitaba la muerte del triple de gente, incluyendo japoneses.

El sabio jesuita Pierre Teilhard de Chardin, que estaba ese día en Hiroshima y vivió para contarlo, dijo que las llamaradas del hongo atómico habían sido ordenadas por la fuerza del mismísimo… ¡Satanás!

Tres días más tarde, el jueves 9 de agosto de 1945, se daría la orden de lanzar otra Bomba Atómica, esta vez sobre la ciudad de Nagasaki.

El general de 5 estrellas Douglas MacArthur, comandante supremo del Pacífico y el Lejano Oriente, quería que fuera lanzada  sobre 5 ciudades, incluyendo Tokío.

Japón firmó la rendición incondicional el 2 de septiembre de 1945, en la bahía de Tokio y a bordo del acorazado Misuri.

El Nacional

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