En el ocaso de su mandato, caracterizado por el caos, el desorden y la corrupción administrativa, el Presidente Horacio Vásquez hizo públicas sus diferencias con el señor William E. Pulliam, receptor general de Aduanas, funcionario con frecuencia rechazaba las indelicadezas de colaboradores del regimen.
Estas diferencias surgieron cuando se dispuso que la suntuosa vivienda oficial que ocupaba Pulliam, propiedad del Gobierno Dominicano, fuera destinada para residencia del Presidente de la República, que en realidad no disponía de una casa a tono con su alta posición.
Otro matiz que contribuyó a profundizar el lío se derivó en la protección que gozaba Pulliam del Ministro Americano, mister Evan E. Young, que al mismo tiempo era antagónico al consejero Summer Welles, hombre de confianza de Horacio.
A principios de abril de 1929 el Presidente personalmente comunicó a la Legación Americana que Pulliam había dejado de ser persona grata para su gobierno, y que por tanto, requería su destitución como Receptor General de Aduanas, que conforme lo establecido en la Convención Dominicano-Americana, era nombrado por el presidente de los Estados Unidos.
No era la primera vez que el gobernante hacia esta demanda, pero en la ocasión su mortificación personal había llegado al límite y reiteraba que Pulliam tiene que ser removido de inmediato.
Como el Presidente Vásquez ni la Cancillería habían presentado documentación valedera para justificar el pedido presidencial, el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Frank Kellogg, decidió que tomando en consideración que la competencia, honradez e integridad de mister Pulliam no estaban envueltas en el caso, el Contralor de Aduanas seguirá en su puesto.
Horacio no se dió por vencido y meses más tarde hizo presentar en la Chancillería Norteamericana un memorando demandando nuevamente la destitución de Pulliam, ahora sustentándose en generalidades como aquella de que el Gobierno Dominicano no considera al señor Pulliam como un factor apropiado en el mantenimiento y desarrollo de las relaciones de amistad y acercamiento entre los dos países.
Además de la actitud hostil del contralor americano por el traspaso de la vivienda, Horacio se molestó con Pulliam por favorecer con trabajos de imprenta al diario La Opinión, contrario al Gobierno, y que el señor Walter Elmo, que había ofendido la susceptibilidad dominicana con ciertas actuaciones personales, fuera mantenido como Auditor de la Receptoría contra los deseos del Gobierno.
Pero no obstante la actitud vanidosa y la prepotencia del contralor Pulliam, debe consignarse que la causa y razón principal del rechazo de Horacio al funcionario norteamericano radicaba en el interés de su gobierno de deshacerse del celoso guardián de lo pactado en la convención norteamericana y gestionarse otra persona manejable que permitiera los desafueros de los funcionarios del Gobierno. Fueron muchas las veces que los horacistas trataron de introducir la política de ineficiencia, inmoralidad y corrupción a los cuadros de la receptoria de aduanas, lo que siempre impidió mister Pulliam.
Las pretensiones continuistas de Vásquez consoli- daron el grupo opositor que lo derrocó en 1929 Esto desató la ira de sus opositores que llegaron a planear incluso su asesinato a final de ese año.