Opinión

Horror al pasado

Horror al pasado

Ese Brasil que protagonizó uno de los procesos de independencia más sui géneris de la región no quiere más dioses que los legados por sus tradiciones. Tras superar el atraso que lo había lastrado y convertirse en una nación del primer mundo, los brasileños han avisado con las protestas protagonizadas estos días que están dispuestos a todo, antes que volver a los tiempos en que al país se le veía como un gigante dormido.

Esos brasileños que han salido a las calles se resisten a que la clase gobernante dilapide sus ahorros o ensombrezca su futuro con la construcción de estadios para el Mundial de Fútbol, en 2014, y para los Juegos Olímpicos, en 2016. Prefieren, antes que mesías, instituciones vigorosas, como las que han hecho grande a las superpotencias, e inversiones en la salud y educación para blindar el desarrollo.

Sencillamente los horroriza mirarse en el espejo de ese pasado plagado de precariedades y de ahí esa estruendosa irrupción para advertir contra cualquier asomo de megalomanía de la clase política que ha capitaneado el actual proceso. Porque si bien el detonante  fueron unas alzas insignificantes en los precios del transporte en Sao Paulo y Río de Janeiro, también cursaba en el Congreso un proyecto de ley que limitaba la investigación de la Fiscalía en casos de corrupción. Con la iniciativa, popularizada como “ley de impunidad” se procuraba evitar destapes como el “mensalao”, el escándalo de compra de votos y la utilización ilegal de recursos públicos para financiar la campaña electoral durante el primer gobierno del carismático Lula da Silva. Por el escándalo están presos cercanos y prominentes colaboradores de Da Silva, quien también corre el riesgo de que se le procese.

Brasil, que  tiene hasta petróleo, no aprueba que se derrochen sus recursos ni que la corrupción,  el clientelismo y el delirio de grandeza interfieran en su desarrollo. Ese sentimiento brota como trasfondo de  protestas que son un mensaje para toda la región.

El Nacional

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