Opinión

Horror duartiano

Horror duartiano

He leído con horror duartiano las declaraciones de la presidenta del desfile dominicano en New York, a quien terroristas verbales han agredido con todo tipo de amenazas y maldiciones por haber “permitido” que una delegación haitiana participara en el desfile dominicano.

Esto sucede, en la Amerikkka de Trump, donde supremacistas blancos marchan en Washington proclamando su determinación de “limpiar” a USA de negros, e inmigrantes, entre ellos nosotros los “indios” dominicanos.
Y esto sucede, cuando una banda de muchachos que se autodenominan “Trinitarios”, asesinan entre trece a un infeliz muchacho de quinceaños, que además era inocente. Esos jóvenes, autores de innumerables abusos contra la comunidad de la cual son parte, se autodenominan “Duartianos”.

Ya nosotros, estuvimos al borde de ser asesinados por un jovencito que adoptamos y era “Duartiano”. En varias conversaciones le pregunté qué significaba ser Duartiano, movimiento que surgió en las cárceles, y me dijo que “Duarte defendía a los dominicanos” y por eso se llamaban así. Unos meses después robaría la pistola a Fidelio, no sin antes visitarme con tres de sus amigos. A esos muchachos, hambrientos de comida y afecto, les ofrecí sándwiches y refrescos, mientras conversaba con ellos sobre Duarte, solo para constatar que no sabían nada del Patricio.

Como ellos, hay cientos de grupos de desorientados muchachos en New York, agrupados en bandas, no ya para defenderse de los “blancos” sino para agredirse y matarse mutuamente, en una trágica espiral de violencia que nos avergüenza ante la opinión de la gran urbe y del mundo.

Mientras eso sucede, la institución, cuyo objetivo es fomentar el pensamiento Duartiano, se comporta como un club de ancianos, que se abjudica el derecho a determinar quién es dominicano y Duartiano, desde la cómoda posición de una oficina.

Duarte no es un muro, no es odio, no es violencia desatada, no es xenofobia. Duarte es un amoroso llamado a rescatar lo que nos queda de Patria; una exigencia a educar la juventud porque su visión no reduce la “Dominicanidad” a estériles llamados que solo fomentan –desde aquí-la violencia de nuestra gente menos educada, más primaria, más visceral, mas desamparada, más propicia a la violencia.

El Instituto Duartiano debe, con el apoyo de Efemérides Patrias, organizar talleres nacionales para la juventud de los barrios de aquí y Nueva York. Invadir los barrios con la biografía de Duarte, los apuntes de Rosa Duarte, con sus imágenes; con parquecitos , canchas y escuelas donde a la entrada este el busto del Padre de la Patria, como se hace en Cuba con José Martí, donde todo niño y niña empieza el día con un himno en su honor.

Lo demás es una soberbia irresponsabilidad.

El Nacional

La Voz de Todos