Opinión

Humildad y arrogancia

Humildad y arrogancia

Oquendo Medina

El mejor de los consejos que se le pudiese ofrecer a un funcionario de éste y de cualquier otro gobierno que viniese en el futuro, es que haga todo lo posible, a pesar de las tentaciones, por nunca perder la humildad que ha de caracterizarlo mientras dure en la administración pública.

En efecto, puesto que si el funcionario lo ignora, sería provechoso entonces hacerle saber que éste se debe a la ciudadanía. Por tal razón ha de rendir cuentas acerca de su comportamiento en la función pública. Su conducta y conocimiento del área lo han de convertir en un servidor público eficiente y eficaz, crítico y honesto.

Por lo tanto, jamás debería apoderarse o convertirse en un servidor cuya arrogancia, de repente, lo ha convertido en un funcionario rechazado y repudiado.

Si algo molesta a los servidores públicos en lo particular, y a la sociedad en sentido general, son a los jefecitos que se consideran por encima del bien y del mal.

Lo primero que debería de asimilar y aprender todo aquel que ocupe una posición de ciertos privilegios es que el engreimiento y la tozudez son herramientas dañinas para una excelente gestión pública.

Todo nombramiento dentro del tren administrativo público, sin excepción a la vista, siempre será pasajero. Y, por lo tanto, haciendo uso de la justicia y la sabiduría, se convierte en obligatoriedad el actuar de manera prudente y transparente; sin nada que se parezca a actuaciones malvadas y corruptas.

El Nacional

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