Opinión

HUMORADA

HUMORADA

Imposible

Hay un asunto que, de seguir su curso, nos traería problemas insospechados, por lo menos para las nuevas generaciones.

Haití, nuestro vecino más cercano, es un país subdesarrollado. Se puede decir que el más subdesarrollado del continente.

Además, posiblemente es el país donde más analfabetos haya, aunque también tenga magníficos intelectuales, entre los cuales, la mayoría, penosamente, tuvo que viajar a Europa o a Estados Unidos en busca de nuevos horizontes.

Yo tuve en Quito, Ecuador,  y allí conocí a un haitiano brillante llamado Raymond Bealiu.

Bauliu  fue mi compañero de estudios en el Centro Internacional de Estudios de Periodismo para América Latina (CIESPAL), y me asombró su cultura general.

Pero volviendo al tema, acabo de leer un trabajo donde se habla de que Haití  tiene un importante factor de desarrollo.

Yo conozco Haití, desde Juana Méndez hasta Cabo Haitiano, y cuando solía volver me quedaba una especie de sentido de culpabilidad, por no haber llegado hasta Puerto Príncipe a visitar a Raymond.

Pero “se me montó un cambio” un día y “arranque” en “Fa mayor sostenido”, agarré mi flamante “Hyundai”, viré hacia el oeste, llegué hasta Dajabón, presenté mi pasaporte con el visado de rigor, pasé por Juana Méndez y no paré hasta llegar a los barrios altos de Puerto Príncipe.

En media hora, me encontraba cómodamente acostado en la cama de un hotel que me habían recomendado.

Al mediodía bajé a almorzar y asombré al camarero cuando pedí, primero una copa de Oporto blanco y, a seguidas, a modo de entrada, tentáculos de pulpo a la plancha, para finalizar con un mero, también a la plancha, con fritos verdes, lo que hizo que el camarero me mirara de una forma que yo considere casi ofensiva.

Como postre, un enorme pedazo de pudín de chocolate.

A la hora de pagar, lo hice de dólares, cinco de los cuales fueron a parar a las manos del camarero, quien me hizo una reverencia como si yo hubiera sido el Papa en persona.

Nuestras relaciones con Haití no pueden ser mejores, olvidando aquellos ominosos 22 años y “lo del 37”. Esto lo digo así, para que quienes no sepan lo que pasó en este país ese año vuelvan a leer la historia patria o, cuando menos, se lo pregunten a alguien.

El Nacional

La Voz de Todos