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No sirve de nada hablar de crecimiento económico sin tomar en cuenta el principal indicador de desarrollo. Se trata del Índice de Desarrollo Humano [IDH], que el Programa de de la Naciones Unidas para el desarrollo [PNUD] clasifica por país, independientemente de su Producto Interno Bruto [PBI], como puede usted, verlo en esta pagina: http://hdr.undp.org/en/media/HDR2013_ES_Summary.pdf
El IDH se basa en un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros, fundamentales, a saber, vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno. Los medios para alcanzar estas metas, en términos prácticos, son la salud, la educación, una adecuada alimentación, vivienda y empleo digno. Se engañan o viven una ficción económica, tan inútil como anacrónica, los países y gobiernos que se ufanan de haber alcanzado tal o cual crecimiento, sostenido y acelerado, sin influir en los indicadores humanos, reconocido por el PNUD, vitales e inalterable en toda sociedad.
El crecimiento económico por sí solo no se traduce automáticamente en progreso para el desarrollo humano. Políticas a favor de los pobres e inversiones significativas en las capacidades de las personas [enfocado en educación, nutrición, salud y habilidades de empleo] pueden expandir el acceso al trabajo digno y brindar un auténtico crecimiento sostenido. Países en desarrollo, como Brasil, China e India superarán para el 2020 la producción total de Canadá, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y Estados Unidos. Pero, ¿de qué les servirá si no modifican su IDH en beneficio de sus habitantes? El desarrollo es un concepto amplio y absoluto que incluye a todos los individuos y grupos sociales de un país.
La triste historia de los pueblos constantemente estafados, como los nuestros, comienza cuando los ministros de finanzas y directores de los bancos centrales -donde los haya, desafortunadamente- administran las economías sin la intervención de mandatarios y funcionarios sensibles y atentos a la suerte de la población. El papel de estos funcionarios consiste en convencer a los gobernaos de su utilidad y eficiencia, y a la población de las bondades de estos gobiernos. ¡Qué carajo le importa al ministro de Industria y Comercio sacar de circulación a miles e padres de familia, si para él lo que vale es satisfacer la demanda de recurso de un Estado voraz. Farsa en la que unos y otros se entienden en una complicidad que encuentra tiene sentido y actores en el teatro de la política partidista y electoral, nunca en la realidad que vive nuestro pueblo.