La idea de sociedad no parece ser preferida por los teólogos de hoy cuando se trata de expresar lo que es o debe ser la iglesia. En el Vaticano II y en la Eclesiología posterior, se han preferido los términos de Pueblo de Dios, sacramento, comunidad.
I.- La categoría de Pueblo de Dios tuvo y sigue teniendo gran aceptación. Las masas de fieles que se reúnen en los templos para celebrar el día del Señor, cantan convencidas Somos un pueblo que camina, y juntos caminando podremos alcanzar. Otra ciudad que no se acaba, sin penas ni tristezas, Ciudad de Eternidad. ¡Sííí .! Muy lírico, muy emotivo y aún muy bíblico muy conforme al Éxodo y al Viejo Pueblo de Dios! Pero puede resultar también muy pre-cristiano. La categoría de pueblo hoy, depositario de todos los poderes (demo-cracia), puede desnaturalizar y desvalorar ciertos elementos integrantes de la Iglesia. Por reacción a tiempos pasados que magnificaron demasiado la autoridad y la jerarquía hoy el concepto de pueblo puede llevar a algunos a prescindir de esa autoridad y jerarquía o a pensar que esa autoridad y Jerarquía la tiene que conferir el pueblo.
II.- Podemos también reducir la Iglesia, como sucede sociológica y culturalmente con las naciones de pueblo y nación a circunscripciones geográfico-territoriales, a valores culturales y lingüísticos, a políticas, a programas sociales, a manifiestos ideológicos, a revoluciones Reeditando hoy las circunstancias y coyunturas del viejo Pueblo de Dios en cautiverio bajo el poder de las Faraones podemos ver la iglesia preferentemente en un nuevo Éxodo, en proceso de liberación socio-político-económica de los faraones que hoy oprimen y esclavizan a los seres humanos a base de injusticia, hambre y alienación. Y podemos concluir, como lo hacen muchos, que la misión casi única y primordial de la iglesia es conquistar una nueva tierra igualitariamente participada por todos los hombres.
III.- En Puebla, los Obispos han enfatizado bien claramente el contenido más importante y esencial de la categoría de Pueblo de Dios, aplicada a la Iglesia, fundamentándose en la Evangelii Nuntiandi.
El Pueblo de Dios, dicen los Obispos latinoamericanos, nace de Cristo, de su Evangelio y de su Espíritu y prolonga en la tierra, fiel a la ley de la Encarnación visible la presencia y acción evangelizadora de Cristo. La Iglesia, pues, es otro pueblo que acompaña en su historia a nuestros pueblos naturales. Si unifica y fecunda la cultura de los pueblos naturales, lo hace con la sabia evangélica y para rencarnarse y desarrollar nuevas expresiones de la riqueza del Espíritu. Aclaran que la iglesia es la familia de Dios en la Tierra.
Y como Pueblo de Dios, la Iglesia debe terminar con el estilo individualista de vivir la fe y crear la gran conciencia comunitaria (DP, 235).
Por eso concluye Puebla: el Pueblo de Dios está enteramente al servicio de la Comunión de los hombres con Dios y del género humano entre sí .