Opinión

 Iglesia y criminalidad

 Iglesia y criminalidad

Mientras la criminalidad crece, bajo el manto de una irritante impunidad, el arzobispo metropolitano de Santo Domingo, cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, tronó desde el púlpito, implorando a las autoridades asumir una actitud implacable contra la delincuencia.

 Los autores de crímenes y delitos siguen desafiando la ley, debido a la conducta blandengue de algunos jueces, quienes no acaban de entender que la posición que ocupan  no es para arrancar aplausos, sino para administrar justicia en nombre de la República.

 No se requiere de una sotana cardenalicia, para clamar a los jueces quitarse el traje de benignidad frente a los infractores de la ley. La indignación de la autoridad eclesiástica es tan acentuada que llegó a pedir “apretar la tuerca y no andar toreando y buscando soluciones a medias”.

 Es tan axiomática la reacción del prelado que llegó a exclamar  “que la situación no requiere de mucha disquisiciones; los delincuentes se están identificando y no andan agachados, ya que están insolentemente ante las autoridades, por consiguiente vamos a atacarlos de frente“.

 No se puede andar con paños tibios frente a la presente ola de delitos. Y la mayor responsabilidad para frenar los hechos punibles descansa en los hombros de los magistrados.

 ¿Cómo es posible que el señor Karim Abud Naba´a, buscado por la Interpol acusado de estafa y de falsificación de documentos, fuera favorecido con libertad bajo fianza, poco después de ser arrestado al llegar al país? Fue declarado en rebeldía dos veces, y eso lo perjudicó.

 Nadie se atrevería a asegurar que Abud tiene suficiente arraigo para salir en libertad y obtemperar a los requerimientos de la justicia. Situaciones así generan la burla de los delincuentes a las autoridades competentes, y no hay forma de disuadir a los potenciales infractores.

 

 

El Nacional

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