Opinión

¿Importa la corrupción?

¿Importa la corrupción?

Lo de pobre pero honrado es una expresión del pasado, que hoy suena ridícula. En la actual etapa de la historia puede afirmarse con toda seguridad que República Dominicana no figura entre los países a los que preocupa la corrupción como estigma social y político, sin importar que el fenómeno, contra el cual en una época se libraron vigorosas batallas, sea el responsable del atraso, la miseria y la servidumbre de las grandes mayorías.

El fenómeno está tan arraigado, que se ha convertido en una cultura. El concepto que se tiene es que los cargos públicos son, por ejemplo, oportunidades para aprovecharse y el que no lo hace no es más que un buen pendejo. Los ejemplos de algunos países en la persecución contra el cáncer que destruye el tejido social son por allá -dicen muchos- pero aquí ni pensarlo. Y esa es la realidad.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, declaró aquí que gracias a la eliminación de la corrupción, su Gobierno había logrado reducir el desempleo a alrededor de un 6% y disponer de recursos para pagar a un buen maestro unos 600 dólares mensuales. Por aquí, la presidenta de la Cámara de Cuentas, Licelot Marte de Barrios, afirmó que con el dinero sustraído al erario se podrían construir dos República Dominicana. Y por la reacción, más bien pareció que se trató de un chiste.

Muchos países, conscientes del nocivo efecto moral y material para la sociedad, han emprendido cruzadas contra todo tipo de prácticas corruptas. En España, la infanta Cristina, hija de un rey y hermana de otro, ha sido imputada por beneficiarse de una trama orquestada por su esposo. Y también una caterva de políticos de todos los colores han sido encarcelados y enjuiciados por lo que Marte de Barrios ha preferido llamar “inobservancias e indelicadezas” financieras y administrativas.

El PSOE, que desde que fue sacado del poder inició la travesía del desierto, ha mejorado en su índice de aceptación después de apartar de primera fila a dirigentes y candidatos vinculados a escándalos de corrupción. Pero eso es por allá. Por aquí la gente, a la hora de votar, piensa con el estómago. No solo los pobres. Se trata, por supuesto, de un modelo que se ha construido sobre la base de una fuente tan fértil como la pobreza y alimentada por la impunidad.

Que en América y el mundo los países más desarrollados y con los mejores niveles de vida sean lo menos corruptos importa un comino por estos predios. En los últimos tiempos lo que ha quedado demostrado es que lo que prevalece son las oportunidades de hacerse a como dé lugar. Con ese escenario, que nadie sueñe con un voto de castigo a la corrupción ni sus exponentes. Y si los imputados han tenido la “virtud” de repartir, aunque sea migajas, son todavía más valorados por las masas. Esa es la triste realidad.

El Nacional

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