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A lo largo de la historia de la humanidad, los imperios, grandes o pequeños, han tenido sus disidencias. El mundo, en la mayoría del tiempo de las eras conocidas, ha sido bipolar.

En la antigüedad el imperio romano y el imperio chino surgieron con una diferencia de alrededor de 200 años. En verdad fueron contemporáneos. Al primero lo desmembraron las invasiones bárbaras, la corrupción de su clase política, como males mayores, y la debilidad de las comunicaciones, como mal menor. Esa limitante tecnológica eran los pies de barro del imperio romano, tan vasto como poderoso.

Al imperio romano le llegó la era de la división, primero que la caída. Tuvo que darse aquella perestroika conocida como el cisma de Occidente, proceso en el que el imperio se divide en Imperio romano de oriente e Imperio romano de occidente

El segundo, el Imperio chino, con dinastías tan famosas como la Ching, se ha mantenido por encima de todos los cambios mundiales. Ni la primera guerra mundial ni la segunda, ni la implosión de la Unión Soviética le hicieron mella.

Tampoco la globalización rampante y rapaz en que vive el mundo postmoderno. Al contrario, China ha ampliado su producción y presencia en todos los mercados en los cinco continentes.

Sin embargo, aunque ambos imperios copaban lo más importante del territorio mundial, en esos tiempos América era una aldea en taparrabos, no se tiene noticia cierta de que se hayan conocido, comunicado, ni realizado algún intercambio comercial o cultural. Eran dos gigantes ciegos en una habitación a oscuras.

China sobresale por su unificación y su centralidad. Mientras que del imperio romano, léase también gran parte del mundo musulmán de entonces, salieron más de 75 Estados, del imperio chino sólo se registra la pérdida de Hong Kong en manos del Imperio británico hasta el año 2000, Macao, y la gran disidencia del proceso del  primero de octubre de 1949, cuando Chiang Kaishek huye a Formosa con un millón de chinos continentales y se crea el Taiwán actual.

Pero del otro lado del mundo, en el hemisferio occidental, llamado así no necesariamente por su posición geográfica sino por su orientación política desde tiempos de la guerra fría, también hubo sus disidencias y bipolaridades. La guerra fría, que en realidad no fue tan fría, dividió al mundo en la democracia capitalista y el mundo socialista.

Como ejemplo fundamental de esa división, de ese cisma de la postguerra mundial, se encuentra la creación de organizaciones de seguridad y defensa tales como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la Junta Interamericana de Defensa (JID), las cuales surgieron para garantizar y equilibrar los Estados con políticas internacionales de paz.

El Nacional

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