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En  mi artículo de fecha 27 de marzo pedíamos reflexión para la Semana Santa, esperamos que cada uno de ustedes amigos lectores haya podido hacer una reflexión.

Como tomo muy en serio mis escritos y las ideas que comparto con cada uno de mis lectores yo he hecho mi propia reflexión, en tal sentido se impone en mi análisis y mis pensamientos el aumento de mis preocupaciones en cuanto al derrotero que sigue nuestra sociedad, en relación a los males sociales que día a día perturban nuestro desenvolvimiento de vida.

En mi meditación no pude dejar de preguntarme ¿cómo es posible tanta indiferencia y falta de sensibilidad ciudadana frente a la ausencia de resultado del Estado dominicano y sus autoridades, sean estas electas o designadas, las cuales son incapaces, irresponsables y violadores del estado de derecho, al no producir ni garantizar alguna necesidad básica o servicio público ni mínimamente? 

De todas las preocupaciones reflexionadas e concluido que las más graves son la debilidad institucional  y la irresponsabilidad de los diferentes actores que la representan, lo que ha dado como resultado dos de los problemas más acuciantes de nuestra sociedad: la corrupción y la impunidad.

Es relevante hacernos otra pregunta ¿para qué pagamos nuestros impuestos y cuál es la razón de ser de nuestros funcionarios y empleados públicos, quienes despilfarran más de 500 mil millones de pesos o 13 mil millones de dólares cada año sin resultado alguno que no sea otro que el enriquecimiento ilícito, los abusos de poder aumentar la brecha entre ricos y pobres?

A través de nuestra historia  la base de nuestra organización social propuesta como idea de nación que nace con nuestra primera Constitución está inconclusa, o sea, que nuestro Estado en el conjunto de sus instituciones no ha logrado su madurez de organizarnos como sociedad basados en un estado de derecho, seguimos siendo una sociedad incivilizada, sumida en el caos y en el latrocinio.

Decir hay democracia es una cosa y vivirla o practicarla es otra. Los retos a superar son muchos. Al describir las dificultades que agrega gestionar, educar y redireccionar la cultura de conformismo, pesimismo, falta de actitud (ciudadanía, civismo, patriotismo, orgullo) , entre otros impedimentos al desarrollo.

Es urgente reforzar, ensanchar y hacer crecer las formas de la democracia con participación en los asuntos públicos por cada persona, donde el pueblo es quien toma todas las decisiones ejecutivas y legislativas, a través de los funcionarios que les representan, como lo manda una  verdadera democracia representativa y participativa. 

La participación en el siglo XXI es un asunto que la sociedad y todos los ciudadanos deben ser recurrentes, especialmente en la construcción de un futuro mejor. En un país como el nuestro, debe ser un imperativo el desarrollo democrático, con apuesta al fortalecimiento institucional por la transparencia y por la sensibilidad de la mayor parte de su liderazgo, para así alcanzar el prometedor mundo de igualdad de oportunidades.

Nuestro Estado requiere transparentar la administración pública y hacer una reingeniería que todas las decisiones o acciones  sean consensuadas con el pueblo.

El Nacional

La Voz de Todos