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 Si bien es cierto que los Estados son los principales responsables para contrarrestar los males sociales, no menos cierto, es que se debe hacer más de parte de cada ciudadano y de la misma manera toda la sociedad como colectividad en cohesión. Pero también se debe hacer a través de la coerción social, de la sanción moral que muchas veces es más importante que la sanción material de la justicia.

Tal como expresa Gerald E. Caiden, “Las fuerzas verdaderamente democráticas y las fuerzas de la corrupción se enfrentan en toda sociedad. Cuando reina la disposición democrática, la corrupción es severamente castigada.”

Al parecer la debilidad democrática de nuestro Estado y por consiguiente la ineficiencia e incapacidad de nuestras instituciones que han permitido la fortaleza sin límites e impune de la corrupción gangrenando la vida social e impidiendo el desarrollo sano de la democracia.

Caiden también destaca la internacionalización de la corrupción y la incapacidad de las democracias para protegerse de influencias tales como la erosión de la función pública, la subordinación del interés público a los intereses privados, la infiltración del delito organizado en prácticamente todos los aspectos de la vida pública. Al igual que los países corruptos del tercer mundo compiten para recibir asistencia e inversiones, también existen organismos internacionales y nacionales corruptos que buscan nuevos mercados, recursos y canales de influencia.

Queda claro que detrás de las negociaciones de los gobiernos con los organismos internacionales y las transnacionales existen siniestros acuerdos que siempre van en perjuicio de los intereses públicos y que dañan la salud ética y moral del estado de derechos de las instituciones y de cada persona de manera individual.

Concluye Caiden, que de mantenerse el predominio de la corrupción, se pone en peligro la convivencia social y la vigencia de la democracia.

Por otra parte es importante aplicar la sanción moral, la cohesión moral, la coerción moral de la sociedad frente a la debilidad de la justicia, de las instituciones del Estado que están llamadas a enfrentar la corrupción y de esta forma prevenir la impunidad y la debilidad que hay para controlar el cáncer de la corrupción.

Parecería ser que no existe realmente una competencia institucional para tratar estos temas a lo interno del Estado. Pues cada día que pasa se les cierran las oportunidades a las personas honestas en su haber de actor de funcionario público o privado e institucional o individualmente.

A pesar de que América Latina no es el subcontinente más pobre del mundo, es la región que mantiene una mayor desigualdad social, fruto de la corrupción con impunidad, de la poca inversión y mala calidad de la educación, así como la anomia social e irresponsabilidad de las autoridades estatales para hacer cumplir la Constitución y demás leyes.

Transparencia Internacional, es uno de los principales organismos para monitorear el nivel de corrupción y transparencia en 178 países encuestados. Y de acuerdo a su informe anual del 2010, Chile es el país menos corrupto de América Latina (puesto 21). República Dominicana ocupa el lugar (101). Nos falta mucho por hacer. “Dominicano despierta, empodérate y asume tus derechos. Cohesión social a favor de lograr una democracia verdadera y desarrollo integral.

El Nacional

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