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El estado social y democrático de derecho es la concesión más moderna de un Estado organizado y democrático, dando la razón de poder y soberanía a las mayorías, al pueblo, sin embargo, en nuestro caso solo es un texto plasmado en el artículo 7 de nuestra Constitución y tomado como letra muerta. De igual manera en el artículo 4 citado en la primera parte de esta entrega, se establece la separación de poderes como principio de control y contrapeso, el mismo tampoco se cumple.

La mayoría de los dominicanos que está en política y aspira a un cargo público, lo hace con el único interés de enriquecerse y aprovechar los recursos públicos sin importar su responsabilidad de dar un servicio de calidad o llenar los resultados esperados por el pueblo, como parte de sus necesidades básicas. Las cuales les corresponde satisfacer como funcionarios, porque es para lo que se les paga y para lo cual fueron elegidos o designados.

Además, ven esta aspiración como el más alto de los éxitos sin importarle que traicionen el juramento ético. La ambición y el hedonismo están tan arraigados en el pensamiento de nuestra sociedad, que aquél que no aprovecha el ser servidor público para enriquecerse ilícitamente o apoderarse de los bienes del Estado es considerado un ingenuo o pendejo y es criticado o discriminado por ello; lo que denota que nuestra sociedad está más esperanzada en favorecerse de lo ajeno a través de la corrupción que del trabajo honesto, aun le perjudique, lo esperan como su momento de gloria.

Se reconoce que los dirigentes peledeístas son muy organizados para robar y no les gusta boronear, de ahí el famoso dicho de “come solo”, porque muchos quisieran, que aun sea de lo que le roban a ellos, les toque su dádiva.

Todos tenemos el derecho a buscar riquezas, a trabajar por el lucro, pero el problema de los dominicanos es que lo hacemos perjudicando a las colectividades o masas, en desmedro del erario, recursos que deberían suplir los servicios públicos básicos con calidad.

Muchos gobernantes y estudiosos del crimen organizado han coincidido en que se perdió la guerra contra el narcotráfico y proponen la legalización de las drogas. Los medios de comunicación protagonizan la maldad y a los malos. Los políticos y funcionarios corruptos son los guías, administradores de los bienes públicos y quienes deciden nuestro destino como nación.

El bien no tiene reconocimiento en nuestra sociedad, esta situación nos está arrebatando la ilusión de un mañana mejor.

Además de tener un Estado sin independencia de poderes, tampoco contamos con la fiscalización de los poderes fácticos que deben servir de orientación y equilibrio en el orden social.

En gran parte: las iglesias, los medios de comunicación, las empresas, los intelectuales y los grupos de poder en general se suman a los fines siniestros, dando la espalda para ayudar a garantizar un ejercicio público resguardado por la ética, con obligación de rendición de cuentas y total vocación patriótica.

Es imperativo recuperar los principios trinitarios y reivindicar nuestros héroes que dieron sus vidas por la libertad y la democracia plena.

El Nacional

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