Opinión

Inseguridad y democracia

Inseguridad y democracia

Ese intento de emular la sociedad neoyorkina de los años 80 y 90 coincidió con un incremento de la inseguridad ciudadana hasta colocar esa ciudad como líder del crimen en Estados Unidos. Por eso, la funesta tendencia de emular en nuestros barrios aquella urbe, nos orientó a reproducir lo peor. Nuestros jóvenes aspiraron a comportarse con la violencia de los gethos.

 No tomamos la ruta de convivir en los ambientes culturales de New York, porque la naturaleza del proceso migratorio nuestro se quedaba en la marginalidad.

 Por fortuna, la sociedad estadounidense tiene los mecanismos para preservar su sistema político y la violencia hizo muchas ciudades inseguras, aparecieron los políticos eficientes. David Dinkins, era el primer afroamericano que gobernaba la ciudad, pero ese entusiasmo étnico no pudo contener el incremento de la violencia.

Apareció Rudolph Guiliani, y, apelando a una vuelta al orden, sedujo al electorado. Resuelto el problema de la tranquilidad,  los residentes en la ciudad de los rascacielos hicieron de su  experimento pacificador un modelo de exportación, con resultados políticos singulares, como catapultar a la nueva estrella del Partido Republicano a la competencia presidencial de Estados Unidos.

La lección es simple: las calles constituyen el nuevo desafío democrático. Y el caso dominicano representa un ejemplo del proceso transformador de una realidad social donde la inseguridad derrota a la tranquilidad y  una parte importante de la gente no  confía en las autoridades encargadas de garantizar su seguridad.

Con bajos salarios y una estructura policial propia de la guerra fría,   la inseguridad ha cambiado los hábitos ciudadanos. No existen zonas seguras, es necesario financiarse su seguridad y nadie permite que sus hijos se mantengan fuera de sus hogares. Por eso, el diseño de una estrategia inteligente de seguridad debe ser promovida por una amplia gama de ciudadanos.

Lo peor que nos puede pasar  como sociedad es pretender tomar ventajas políticas del drama de la inseguridad. A las víctimas de robos y asaltos no les preguntan por su militancia. De ahí lo urgente de que la agenda ciudadana impida que la trivialidad asalte el debate sobre la seguridad pública

El Nacional

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