Si los integrantes del Tribunal Superior Electoral (TSE) respetaran la investidura que ostentan, mañana, declararían nuevamente inadmisible la instancia con que Miguel y el grupo que lo secunda, pretenden legitimar una acción a todas luces perversa en contra de Hipólito Mejía, Orlando Jorge Mera, Andrés Bautista y Geanilda Vásquez. Me refiero a la alta corte directamente, por cuanto los apandillados han demostrado con creces una irracionalidad inusitada.

Sin intención de defender a ninguno de los imputados, solo atino a preguntar: ¿Cuál es la falta cometida que pueda justificar la expulsión? ¿Es, acaso, enarbolar el texto estatutario contrariar la institucionalidad de un partido? Lo que verdaderamente constituye una infracción grave e inaceptable, es el sospechoso silencio del presidente de una organización política en medio de una campaña electoral y no hacer nada a favor de su candidato. Y lo que es peor aún, trasegar, como se alega, los votos de su facción para beneficiar al contrario.

Se me ocurre que el ingeniero Miguel Vargas Maldonado y sus seguidores, buscan postergar la celebración de la próxima convención para elegir las nuevas autoridades del Partido Revolucionario Dominicano, y que a esos fines han montado este little show de mal gusto que, de paso, prolongaría su mandato. Ahora bien, sería interesante saber para qué quieren Miguel y compartes, la extensión de su ya fracasada presidencia. ¿Acaso para seguir cavando la tumba del PRD? ¡Cuánta ignominia!

A pesar de todo, ¡qué suerte tiene el dominicano! Con la caja de Pandora que ha abierto el propio gobierno, filtrando las bases del acuerdo a que arribó con la bella y corajuda Sobeida Félix Morel, ya se verá cómo le queda el ojo al forastero. Ahora resulta que para tener a Miguel Vargas, tuche y sin rayita, en el politburó del PLD se decidió asumir la sentencia del emperador romano Julio César: Amo la traición, pero odio al traidor