El pasado 16 de agosto, los dominicanos que regularmente escuchan el discurso del nuevo presidente en la ceremonia de traspaso de mando, parece que, convencidos de que se trataría de otra pieza retórica de poca trascendencia, como las que acostumbran a pronunciar los sofistas de nuevo cuño del PLD, volcaron su atención hacia el affaire diplomático surgido entre el Reino Unido y la República del Ecuador, debido a la carambola que Estados Unidos querría jugarle a Julian Assange.

La carambola es una variedad del juego de villar que consiste en golpear con el palo la bola blanca o mingo, para que ésta golpee otras, a los fines de lograr doble resultado con una sola acción. Justo lo que le hubiese gustado a los Estados Unidos con Assange. Agraciadamente, el presidente ecuatoriano no es un improvisado en asuntos de Estado ni de política internacional; ni la pava pone donde ponía. Ahora no es posible repetir el abuso cometido contra Argentina por el control de Las Malvinas.

Hay que tener muy presente que con la actitud solidaria de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Alianza Bolivariana para América (ALBA) hacia Ecuador, en el conflicto diplomático provocado por el Reino Unido por el asilo de Julian Assange en la embajada ecuatoriana en su territorio, la situación adquiere un matiz más delicado. Ojalá, esta vez, la razón se imponga, y no se pretenda utilizar la fuerza.

Pienso que con el anuncio del presidente Rafael Correa en el sentido de que Julian Assange, está dispuesto a comparecer ante las autoridades suecas para que se le interrogue en relación a alegados delitos sexuales, siempre que le garanticen no ser extraditado a un tercer país, y habida cuenta que el responsable de la filtración de informaciones prohibidas por el Imperio, solo ha obedecido el mandato del evangelio de San Juan 8:31: Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres, las cosas deben aceptarse como son.