Opinión

Introspección sobre la reelección de Chávez

Introspección sobre la reelección de Chávez

Los pueblos latinoamericanos sufrieron muchas dictaduras en el siglo anterior. Las más oprobiosas fueron la de Augusto Pinochet en Chile, la del Generalísimo Trujillo en la República Dominicana y la del PRI, en tanto partido único en México. Aunque en muchos países del sistema la democracia aún es una ilusión, se puede asegurar que un gobierno opresor no puede ser impuesto como en otros tiempos.

Mucho menos, cuando un presidente logra la reelección por tercera vez consecutiva, y  la proeza, además de legitimar su obra de gobierno le garantiza la permanencia en el Poder por no menos de veinte años. Sin embargo, la maledicencia parece no tener límites. Apenas se supo de la victoria aplastante del presidente Chávez, ya los medios de comunicación social, hablaban de dictadura. Pero, ¿cuál dictadura? ¿Acaso fueron seres extraterrestres, los que sufragaron a favor de Chávez?

También los tiempos de manipular la realidad tienen que acabarse. ¿Por qué fue atinada la expresión de Abraham Lincoln: “no se debe cambiar de caballo, cuando se está vadeando un río”, y que luego repitiera con éxito Balaguer en 1970; mientras se condena que el presidente Chávez pensara lo mismo, cuando decidió poner en juego su “faja política” frente al ultraderechista Capriles?

El asunto no es de permanencia en el Poder, porque sí; sino de evitar, con estricto apego a las reglas consensuadas y vigentes, que se frustre el proceso revolucionario que quieren y necesitan las masas irredentas de Venezuela y de otros pueblos  latinoamericanos, desde tiempos inmemoriales. Es nauseabundo soportar el eco perverso de Leonel Fernández en labios de la caricatura presidencial que se le ha impuesto al país, nada menos que con cargo al fisco. 

La revolución político social del presidente Hugo Chávez va más allá de la retórica insulsa del farsante de la “Fundación Global para mi Peculio Personal” (Funglope) como se debe llamar ese centro de acumulación de capitales originarios, frutos de la corrupción y el narcotráfico que apadrina el zar de la perversidad…

El Nacional

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