Opinión

Introspección sobre la reelección de Obama

Introspección sobre la reelección de Obama

En pos de su reelección, el presidente de Estados Unidos se medirá en las elecciones del próximo 6 de noviembre al candidato republicano Mitt Romney. Muchos aseguran que ésta podría ser la prueba de fuego en su exitosa carrera política. Acaso porque, no obstante Barack Obama lograr la nominación demócrata en el 2008 y ganar el escrutinio de ese año, nadie ignora que la debacle inmobiliaria lo favoreció y fue determinante.

Es cierto que el vehemente discurso pronunciado por Obama en la Convención Nacional Demócrata de 2004, donde se declaró abanderado de la necesidad de un  cambio, lo catapultó para conseguir los propósitos ya enunciados. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a los culpables de la crisis, más que retener el Poder, les interesaba que Obama cargara con las consecuencias.

Cumplido prácticamente su ejercicio presidencial, Barack Obama no puede exhibir como logro de su gestión el cambio en el orden social que prometió. La superestructura económica de los poderes fácticos que representa el ala ultraderechista del conservadurismo republicano, vale decir, la versión moderna del Ku Klux Klan, que en esencia es el Tea Party, lo boicotearon sin tregua.

Ahora bien, el hombre ordinario es una cantera de sabiduría; acuñar la máxima, “no hay mal que por bien no venga”, nunca podría ser obra de  un cretino. A contrapelo de las malsanas intenciones de los oportunistas de siempre, el presidente Obama decidió distanciarse de los comerciantes de la política, quienes le facturaban sus colaboraciones en las presidenciales de 2008.

Por eso, cuatro años más tarde, los mismos mercaderes vuelcan sus fortunas a favor de Romney con el marcado interés de sepultar la pretensión reeleccionista de Obama, y, de paso, ahogar en un mar de frustraciones la última esperanza de que la revolución social que implica el cambio prometido, ¡por fin! sea realidad. Sin embargo, hoy, tengo más fe en que la fuerza hispana será la diferencia. Quiera Dios que así sea…

El Nacional

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