Opinión

Islario

Islario

El escriba invicto

A José Mármol (1960) le prende un ángel. Escribe todos los días  desde una butaca donada por el fuego de   la infancia. Poseído por el hada de la incertidumbre,  el desespero y la clarividencia.

Es un poeta, pero también es un filósofo. O sea, un mago en trance. Un “oidor” clandestino que la lengua reconoce fascinado en su reverso de tierra, estupor y memoria.

Esto quiere decir, que vive desnudo -mundo y aparte-,  al filo de una herida que lo contiene, pero que se recompone cuando lee los pasos imposibles del color, el asombro y el murmullo del insomnio.

Su poesía es  un estratagema -sospecha, hala, disecciona, trama-, como toda mancuerna elaborada en los trópicos por los dones del Eros, el Ethos y el pensamiento.

Quiero decir que es urbanidad, nervio, crudeza, conjuro, equilibrio, piel, merodeo, símbolo, testimonio, diálogo familiar, cotidianidad, reflejo, naturaleza, introversión, mirada, flujo, reflexión  y utopía. Transpuesto todo  en títulos de gran significación, múltiples lauros y evidenciado aporte.

A saber: El ojo del arúspice  (1984), Encuentro con las mismas otredades I (1985), La invención del día (Premio Nacional de Poesía 1987), Encuentro con las mismas otredades II (1989), Poema 24 al Ozama: acuarela (1990), Lengua de paraíso (1992), Deus ex machina (1994), Lengua de paraíso y otros poemas (1997), Criatura del aire (1999), Ética del poeta, escritos sobre literatura y arte (1997) y Premisas para morir, aforismos y fragmentos (1999).

 Pruebas de que su pensamiento es una navaja en libertad, y de que su lira explora con delectación las concepciones del pasado, anteponiendo su esencia en proyección, ante la gravedad de los dilemas del presente, con el objetivo de construir o hallar salidas de escape efectivas, que den con el centro del  peligro que conlleva el arrobamiento  del hombre ante los posibles estertores del futuro.

Su filón crítico se nutre de la sustancia de un poema irrenunciable, y de la savia de una reflexión “detenida”, que no hará  jamás causa con el  diletantismo disfrazado de profundidad,  y menos con  la falsía política que oculta el marasmo de un intelecto vacío, de poses, sin historia verdadera, ni raíces.

Su estro invicto nos propuso  “una nueva órbita textual”, y apuesto que ahí estará cifrado para siempre su mayor legado.

El Nacional

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