Opinión

Isolina y la vida

Isolina  y la vida

A finales de la semana pasada, conmovió el hallazgo del cadáver de una adolescente de 13 años, encontrado con signos de violencia en una casa abandonada, pero lo más impresionante de la noticia reseñada en los periódicos, fue saber que el autor presumiblemente fue un adulto con quien la niña “tenía amores”.

La prensa no proporciona más datos, sin embargo, es fácil imaginar la historia por lo frecuente que es en nuestra cultura el abuso a las niñas, las consecuencias de embarazos a destiempo y una vida empezada con violencia y terminada de la misma manera.

La niña, Isolina Guzmán de la Cruz, no vivió lo suficiente como para saber que las relaciones sexuales entre adultos y menores son abusivas e ilegales, principalmente porque ni su padre, nombrado por la prensa, ni su madre, ni en la escuela, le proporcionaron educación sexual para saberlo.

Tampoco lo sabía Papito Martínez, quien se presume era su novio, agresor, machista y con paradero desconocido. Al igual que muchos hombres dominicanos que no acaba de enterarse que las niñas no son propiedad pública y tampoco pertenecen a padres y madres, muchas veces irresponsables.

Necesitamos que la sociedad misma sea menos tolerante porque el Estado no aterriza en hechos su discurso y mantiene sin respuesta la situación de desamparo de las niñas, dejadas a su suerte, mientras se ignora la necesidad urgente de incluir una educación sexual, oportuna, segura, científica y no religiosa.

Padres y madres, no hacen más que transmitir las peores prácticas, en un país sin reacción proactiva frente a la decadencia social, sobre las relaciones entre hombres y mujeres. El sistema educativo, que ha gastado el 97% de su presupuesto del 4%, sigue sin entender cuales son las prioridades en forma y fondo de los programas que también tienen que conseguir disminuir la mortalidad de las dominicanas.

La educación sexual, como proceso de adquisición de información y formación de actitudes, creencias y valores sobre la sexualidad, debe de incorporarse de verdad en la educación dominicana, no como dicten las morales religiosas, sino como se plantea desde los avances científicos y probados.

La educación sexual es responsabilidad de todas las personas que están en contacto con las niñas y los niños, y el primer paso a dar es del Estado desde las políticas públicas. Padres, madres, educadores y educadoras están permanentemente trasmitiendo pautas sexuales con sus actitudes, consciente o inconscientemente y los resultados no bajan el número de embarazos en adolescentes, ni los feminicidios.

Podrá descansar en paz Isolina?

El Nacional

La Voz de Todos