¿Qué Pasa?

Iván García: “Teatristas somos antigregarios

Iván García: “Teatristas  somos  antigregarios

El calificativo de Maestro del Teatro le ajusta con la máxima justicia a Iván García.
Actor, dramaturgo, director y docente del Teatro, este hombre ha visto transcurrir varias generaciones desde su primera actuación a finales del año 1954, cuando Julio Francés, teatrista refugiado español, le convocó para actuar en la pieza “El Gran Teatro del Mundo”, de Pedro Calderón de la Barca.

Iván García privilegió a Qué Pasa!, con sus respuestas a preguntas sobre el quehacer teatral dominicano.
A continuación sus respuestas:

QP: ¿Por qué el teatro (y otras artes nobles) no cuentan con una Ley como la de Cine que favorezca el mecenazgo y el apoyo?… ¿Qué hace falta para esa ley?.

IG: Unión. Aunque el teatro es un arte de casi imprescindible colectividad, de alguna manera nuestros teatristas son tontamente antigregarios. Debe haber confianza entre el director el dramaturgo, el productor, los intérpretes, técnicos, escenógrafos, tramoyistas, luminotécnicos, sonidistas; entre todos en fin. Es necesaria una amplia participación en cada uno de los contribuyentes de cualquier proyecto.

Para que el trabajo funcione con precisión y un satisfactorio nivel, el elemento central debe ser la colaboración y el respeto mutuo. Pero, supongo que por fatuo orgullo o presunción de excelencia sin par, los intentos de lograr un acuerdo en los asuntos legales que beneficiaría el conjunto, se disuelven como humo de cigarrillo. Muchas veces he participado en intentos, pero al terminar cada proyecto específico cada cual vuelve a sus andanzas misantrópicas.

QP: ¿Existe una corriente de teatro “comercial” y otra artística”?
Esta pregunta puede ser respondida con un simple “sí”.

Pero así quedaría intocado el mal de fondo de nuestra azarosa, aunque gloriosa historia, la cual nos mantuvo demasiado ocupados arriando banderas extranjeras. Para intentar un ahondamiento propongo otra pregunta: “¿Puede el autor de temas artísticos sobrevivir con el producto de su trabajo?… Y de inmediato la respondo: “¡Pues no!”… simplemente.

QP¿Planes para este 2018

IG: Deseo dedicar la mayor parte del tiempo que me queda a las publicaciones que ya tengo diagramadas, en espera de los fondos necesarios: ‘De amor y penar’, una antología de mi producción poética; ‘Teatro en verso y versos teatrales’, con mis trabajos escénicos que han sido creados alrededor de la poesía y ‘Misceláneas’, mucho más teatro de temas diversos.

En cuanto a montajes tengo un gran proyecto, ‘Natifixión’, en la cual puede que también actúe como el ‘director’, una especie de Dios.

QP: ¿Cómo nace su primera inquietud por el teatro?

IG: Estudié primero la pintura, que estudié en la Escuela de Bellas Artes; segundo, la música, cuyos misterios me fueron inculcados por el maestro Leroux, un violista de la Orquesta Sinfónica Nacional y, un día a finales del año 1954, Julio Francés, teatrista refugiado español, vecino de mi casa en la 19 de Marzo esquina Salomé Ureña, me buscó para que trabajara en ‘El Gran Teatro del Mundo’, de Pedro Calderón de la Barca, que se estrenaría en el Auditorio de la Escuela para Señoritas Salomé Ureña en abril del siguiente año. Cuando me vi frente al público Interpretando a ‘El Pobre’, me di cuenta de que era ese mi medio de comunicación idóneo, y ya nunca me separaría de él.

QP: ¿Cuándo inicia su carrera?

De esa época recuerdo con amor a la profesora Lucía Castillo, formidable declamadora, quien forjó mi dicción y la proyección de la voz. Parejamente descubrí los libros del maestro ruso Konstantin Stanislavski y mediante ellos me introduje en el famosísimo ‘método’.

En los primeros meses trabajé como un muchacho en ‘Edipo Rey’, de Sófocles, dirigida por Juan González Chamorro; con el mismo director actué en ‘La Muerte de un Viajante’, de Arthur Miller, como ‘Howard’ y fungí como Regidor de Escena en ‘La Casa de Bernarda Alba’, de Federico García Lorca.

QP: ¿Cuáles son las obras (de otros autores) que más han trascendido? ¿Todas o algunas en articular?
IG: Entre los indudables éxitos en piezas de otros actores están ‘Muertos sin sepultura’, de de Jean Paul Sartre, como Henry; primera obra montada en el 1961, luego del ajusticiamiento de Trujillo. ‘Yo Bertolt Brecht’, de Máximo Avilés Blonda, como Director invitado del Teatro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD); ‘Blood Wedding’ (‘Bodas de Sangre’), de Federico García Lorca, noviembre 20 al 24 del 1968, en el Tyler Fine Arts Center, Charlotte Waterman Theatre, Oswego, N.Y.

En 1972, ‘La visita de la vieja dama’, de Friedrich Dürrenmat, como Director del Teatro de Bellas Artes, del 14 al 18 de junio en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes; el 24 y 25 de julio del 1975, con el grupo ARTEDRA, con motivo de la inauguración del Anfiteatro Universitario de la Universidad Católica Madre y Maestra,’Edipo Rey’, de Sófocles, en adaptación y dirección mía, en el personaje central. Y, para no hacer esto cercano a lo interminable, recientemente, ya llegado el Siglo XXI: ‘Réquiem para la noche de un viernes’, de German Rozenmacker y ‘Visitando a Mister Green’, de Jeff Baron.
QP: ¿Qué le ha significado Duarte en su vida teatral?

IG: ‘Duarte, Fundador de una República’, de Franklin Domínguez, ha sido para mí como una especie de caballo de batalla. Desde marzo del 1976 cuando fuera estrenada esta magnífica obra entró a ser parte importante de mi existencia durante cuarenta y pico de años. Cuando en el 2014 me tocó representar el momento de su muerte en el filme ‘Duarte, traición y gloria’, sentí que era yo quien estaba saliendo de la vida. Difícilmente pueda yo identificarme tanto con otro personaje como éste, que forma parte de mí o yo formo parte de la de él. ¡Una verdadera y profunda bendición!
QP: El Quijote… ¿Cuáles son los montajes más memorables.
IG: He obtenido varios momentos climáticos en mi carrera, y uno de los más hermosos y significativos es la encarnación de ‘Don Quijote’ en la comedia musical ‘El Hombre de la Mancha’. Lamento que solamente se representara durante tres noches, cuando hubiera sido posible mantenerla varias semanas.
QP: ¿Cuál obra dramática (de otros autores) es la que seleccionaría para ofrecer como ejemplo a los estudiantes de Teatro y por qué?
IG: Si son estudiantes de dramaturgia, sin duda ‘Edipo Tirano’, de Sófocles. Considero este monumento dramático la obra más perfecta jamás escrita, la matriz, un ejemplo de lo que se ha hecho y debe realizarse para lograr una comunicación idónea en el arte teatral.

QP: ¿El dramaturgo Iván García, cuándo nace y con qué? Cuál impulso le lleva a escribir Teatro, y por qué?

IG: El asunto es tan pedestre que podría parecer mentira. Corría el año 1963, cuando el Teatro Escuela de Arte Nacional (hoy Compañía Nacional de Teatro), dirigido en aquel momento por Rafael Gil Castro, decidió, a solicitud de Máximo Avilés Blonda, Director General de Bellas Artes, preparar el Primer Festival de Teatro Dominicano. Fueron invitados los que serían autores de las obras a ser representadas, y los actores de la compañía oficial, a la cual yo pertenecía.

Y con una audacia que era más bien frescura pregunté: ‘¿Y por qué no ponen una obra mía?’ Y el Director dijo: ‘Yo no sabía que tú escribías teatro; trae algo, y si es bueno te lo monto’.

Simplemente pedí permiso y salí como alma que lleva el Diablo, directamente a mi casa en la Zona Colonial. Subí las escaleras, me senté frente a la máquina de escribir, y sin almorzar, ni cenar, ni dormir, luego de romper lo que se me antoja fueron cientos de papeles, al fin pude escribir ‘Fin’… A la mañana siguiente, sin sentir cansancio, fresco como una lechuga, fui el primero en llegar y entregué ‘Más allá de la búsqueda’.

El éxito obtenido me empujó a seguir escribiendo teatro hasta el día de hoy, cincuenta y cinco años después.
QP: ¿Cuál obra suya considera un clásico en el teatro dominicano?

IG: Sin discusión, la obra que me ha dado fama aquí e internacionalmente es ‘Fábula de los cinco caminantes’. Tiene la importancia de ser la que innova el teatro dominicano, que lo sacude y refresca y que, de paso, no pierde vigencia por su tema. He visto varias versiones escénicas, diferentes todas, y en cada una el texto resuena e hiere fuertemente.

En dos ocasiones he interpretado el personaje de “Orátulo” (una de ellas en los Estados Unidos) y, aparte de sufrirlo, me ha divertido grandemente.