Opinión

Jerarquía católica contra diputados de Santiago

Jerarquía católica contra diputados de Santiago

SANTIAGO.- En la mayoría de las misas celebradas en los dos fines de semana pasados en esta ciudad de Santiago, los sacerdotes oficiantes leyeron en medio de la homilía una carta del Arzobispado local firmada por el Canciller Presbítero William Arias Arias, identificando por sus nombres a los diputados y diputadas de Santiago que votaron en contra de la propuesta del artículo 30 de la Constitución.

De acuerdo a lo leído como el criterio de la jerarquía local católica y enfatizado por algunos sacerdotes, los dos diputados y la diputada “traicionaron la confianza de nuestras gentes que, en su mayoría, son cristianos católicos, que han hecho de ellos sus representantes”, una indignidad que por el carácter religioso del momento, es deshonrosa y mezquina, dentro de un acto litúrgico que precisamete, promueve los mejores valores cristianos.

Los congresistas, diputados Demóstenes Martínez y Gilberto Serulle, así como la diputada Magda Rodríguez, los tres representantes del Partido de la Liberación Dominicana, no se merecen la ruindad y vileza del ataque, por muchas razones, pero sobre todo porque son católicos de ejemplo  y práctica,  profesionales valorados aquí como “políticos limpios”, es decir, que no se prestan a la inmoralidad del juego politiquero que tanto abunda: en Santiago, reconocemos a estos diputados y diputada como personas serias, capaces de discrepar con la frontalidad con que lo hicieron. (Les sucede como a muchas personas bautizadas católicas, que conformamos la conciencia en esta religión y no pensamos igual que una parte de la jerarquía que, creyéndose mejor que el resto de la feligresía, utilizan el poder eclesial para avasallar, manipular y sojuzgar al resto de la grey).

Es conocida la decisión de identificar y denostar a los 32 legisladores y legisladoras que votaron en contra de la constitucionalidad del aborto, asumida en una reciente reunión de vicarios zonales y episcopales, donde se decidió dar a conocer los nombres de estos/as asambleístas en las parroquias, a través de las misas dominicales, reuniones y encuentros, llamando al pueblo de Santiago a no votar por ellos y ella en las próximas elecciones congresionales y municipales.

Una decisión de parte la jerarquía que sin embargo, nunca fue mostrada y publicada frente al abuso de poder y mala práctica ética y moral de algunos congresistas en el pasado reciente: los púlpitos católicos nacionales ni reaccionaron frente a los crímenes del diputado de la Vega aquel; a los sometidos por violencias de género, intrafamiliar y/o sexual; al abuso del senador “itinerante”, y muchos más quer Uds., personas que esto leen, bien conocen. (Hay que analizar también el mutis mantenido desde que, en marzo de 2006, cuando 13 niñas de un centro en Higüey denunciaron haber sido violadas sexualmente, con el favor coincidente y conveniente, de que todos los actores que podían atestiguar murieron, unos en el fuego acontecido poco tiempo después en la cárcel donde estaban, otros por extraña enfermedad y las niñas violadas que desaparecieron misteriosamente también).

La jerarquía católica local, junto a sus acólitos y empoderados, mantienen el talante de imponer una Constitución que penaliza totalmente y obliga a todas las mujeres, católicas o no, frente a la propuesta respetuosa de una ley que, despenalizando parcialmente, no obliga a nadie, mantiene la primacía de la conciencia de cada una y representa a una sociedad plural y con libre albedrío.

La lucha por erradicar los fundamentalismos de las leyes que rigen las democracias, fue librada hace más de un siglo, sin embargo la postura esencialista y extremada de la parte poderosa de las religiones, especialmente  de la católica, refuerza una resistencia intransigente que, en contra de los mismos valores cristianos, se opone intransigentemente irrespetando a la ciudadanía.

Quieren y pueden violar todo canon y lo hacen en el santo nombre de Dios, igual que lo hicieran en el Santo Oficio de la Inquisición. Todo esto, en base a un contrato vergonzoso y leonino, el Concordato, mantenido por el Estado dominicano y la Iglesia de Roma. ¡Es de eso que queremos que hablen los jerarcas del patio!

El Nacional

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