Reportajes

“Jimmy Sierra, lo pagarás caro: usaste mi cuento, Luis Pie, sin mi permiso”

“Jimmy Sierra, lo pagarás caro: usaste mi cuento, Luis Pie, sin mi permiso”

Ellos se lo merecían: lo habían entregado todo en la Guerra de Abril, defendiendo nuestra soberanía. Estuvieron diseminados en diferentes frentes de batalla y eran los responsables de la reparación de las armas del pueblo, en el comando que se había improvisado frente al parque Independencia, en el Club Sirio, Libanés, Palestino. Y, uno de los más emblemáticos, el poeta Jacques Viau, fue mortalmente herido durante el ataque del 15 de junio a la zona constitucionalista.

Por eso, cuando un grupo de ellos, encabezado por Daniel de Sansaric, había caído al intentar el inicio de un foco guerrillero contra la dictadura de Francois Duvalier, en el Comité Pro Instituto Nacional de Estudios Cinematográficos (CINEC) pensamos en rendirles tributo por medio de un documental que retratase las condiciones en que vivían los haitianos en los bateyes del país.

Así, también pagaríamos un poco de la deuda que teníamos con aquel pueblo por su firme apoyo durante la Restauración cuando, antes de ser fusilado por Pedro Santana, le atribuye a Francisco del Rosario Sánchez haber dicho: “Entro por Haití porque no puedo entrar por otra parte”.

De modo, que hicimos el “serrucho” acostumbrado para comprar los rollitos Agfa-Gevaert de 16 mm., que conseguíamos “por tramano”, a diez pesos. Eran de tres minutos, pero como se dañaban el primero y el último, sólo sacábamos un minuto por rollo.

Preparamos, pues, la cámara Bolex, que nos había prestado Nelson Rodríguez, de RTVD, el exposímetro, y un trípode y marchamos bajo un sol radiante a buscar el sueño. Entonces, las películas se hacían con dos tipos de sonido: magnético y óptico, pero nosotros no teníamos recursos para ninguno de los dos. Por eso ¿inventamos? el “paralelo”, es decir, la imagen por el proyector y el sonido por una grabadora colocada al lado: oprimimos los dos botones al mismo tiempo y había sincronización.

El camarógrafo sería Omar Narpier y sus asistentes, Horacio Almánzar, Rafael Portorreal, Gilberto Ramírez y otros “fiebruses”.

Se nos ocurrió, también, meter una violación en el guión. Seleccionamos a una actriz del grupo Alta Escena. René Fortunato y Juan José Encarnación serían los violadores. Fuimos a Haina a filmar esta parte y ocurrió algo que no estaba en el guion: de pronto la muchacha comenzó a gritar. ¿Qué pasa?, pregunté: “Uno de estos dos personajes exageró su papel”.
Regaños, amonestaciones y seguimos.

El próximo paso: filmar las escenas de los haitianos en los bateyes. Sería en el ingenio San Luis.
Aquí se nos ocurrió algo interesante: utilizar la estructura administrativa del batey. Hicimos una carta para el administrador, diciéndole que íbamos a filmar el cuento del doctor Joaquín Balaguer “El hombre y el campo”.

–“Encantado, no faltaba más, tienen todo el apoyo: guardacampestres, caballos, equipos, todo lo que pidan… Pero… díganme una cosa: de qué libro sacaron el cuento?”
–Es un cuento inédito: será un palo.

Sonrisitas, choque de manos y seguimos adelante.

A los pocos días habíamos terminado esa fase. El próximo paso: el revelado de los rollitos.
Era frecuente que Eduardo Palmer y Hugo Mateo nos dieran ciertas facilidades para ello, pero para estimularnos decidimos darle publicidad a sus empresas.

Por esos días había salido el periódico La Noticia, donde nos encontramos con Juan Deláncer. No sabíamos que este era un militante del recién fundado PLD quien, al saber del asunto, quiso destacar la presencia del presidente de su partido.
Y, al otro día, la información ocupó toda una página del periódico, con este título: “Hacen película con cuento de Juan Bosch”.

Allí se decía que en la misma estaban involucradas las dos empresas cinematográficas más reputadas del país: la Productora Fílmica Dominicana y Productora La Trinitaria.

Eso fue lo que puso en acción a los típicos personajes de la política criolla, que se pasan la vida consumiendo pastillas de “lambesterol de 500 mg”, andan en autos “Lamborghini” y se ponen sueros de “chismosulina”: “Profesor, ahí hay mucho dinero”, “Jimmy Sierra se hará millonario con su cuento”, “uno de los dueños de esa empresa es cubano y el mismo está forrado en dólares”.

Fue así como el profesor Juan Bosch accedió a que Julio Ibarra Ríos instrumentara una demanda millonaria “contra Jimmy Sierra, director de Cinec, por haber usado el cuento Luis Pie sin su consentimiento”.

Algunos pudieron creer que la lucha por el desarrollo del cine y la enseñanza del séptimo arte en el país había sido liquidada.

De inmediato, se conformó una extraordinaria barra de abogados para defender a Cinec: Julio Aníbal Suárez, César Pina Toribio, Orlando Rodríguez y muchos otros.

Pero, cuando llegó el día de la audiencia ya en el PLD sabían toda la verdad, que me fue dicha subrepticiamente por Julito Ibarra Ríos antes de que comenzaran los debates:

–Dile a tus abogados que no se opongan al pedimento que voy a hacer para que se reenvíe la audiencia. Nosotros sabemos que tú no tienes ni para montarte en una guagua. Todo terminará ahí.
Y así fue.

Ese día se impuso la justicia. Y, ya en la tarde, salíamos para un campo a trabajar en el Circuito Popular de Cinec. Pero, más tarde nos enfrentaríamos con el fatídico imperialismo norteamericano, en una lucha despiadada, cruel y cuasi sangrienta.

Es de eso que les hablaré en la próxima entrega.

Hoy sólo quiero recordar que, cuando salíamos del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, desde una segunda planta se oía esto, que ustedes pueden escuchar pinchando el siguiente enlace:
https://www.youtube.com /watch?v=-dLMpkQF3Sw
Yo puedo decirlo.
Yo estaba allí.

El Nacional

La Voz de Todos