Opinión

José Luis Taveras

José Luis Taveras

Estimado profesor, me refiero a su artículo “¿Por qué dejé la cátedra?” del 14 de abril del 2015 el cual confieso haber leído con cierta tristeza y mucha nostalgia. Es imposible argumentar en contra de sus razones para haber abandonado la enseñanza superior, ya que lo evidente no requiere espejuelos.

El Derecho supone el análisis y puesta en práctica de una serie de normas que conviven en armonía entre ellas, donde los principios de estas se coadyuvan hasta formar un cuerpo jurídico único y coherente.

Lamentablemente la práctica legislativa, jurisprudencial, doctrinaria y en las mismas raíces donde pululan las oficinas de abogados de nuestro país, el cuerpo jurídico del Derecho dominicano ha quedado amorfo hasta el borde de lo aparentemente irreparable.

No obstante ello, no debe usted olvidar que los miles de estudiantes de derecho que tuvimos el privilegio de presenciar sus cátedras, así como a las de un grupo muy reducido de profesores, hoy somos capaces de entender el “deber ser” jurídico y comprender en su total dimensión la tragedia del “ser” actual del Derecho. Quizás sea poco consuelo para el presente, pero sepa que gracias a usted y algunos otros pocos catedráticos, queda la esperanza de que todo esto no termine siendo irremediable para el futuro.

Me tomó un tiempo luego de culminado mis estudios universitarios haber comprendido la magnitud del desastre de los altos estudios en la República Dominicana. Descubrí que luego años de caminar pasillos, calentar pupitres y vivir pesadillas por mis calificaciones, en muy raras veces y solo por catedráticos muy específicos, la universidad llegó a exigir de mí pensar.

La educación superior de nuestro país se resume en un ejercicio repetitivo de regurgitar conceptos que lucen vacíos y aislados, dejándose el cerebro y el criterio de los estudiantes en el asiento trasero.

Una vez terminados los estudios básicos de Derecho, muchos salieron a universidades extranjeras a especializar sus conocimientos, y volvieron solo para caer en el error de intentar aplicar lo aprendido sin contextualizar ese “ser” dentro del cuerpo jurídico donde lo aprendieron frente al “ser” de donde lo deseaban aplicar, el entonces el cuerpo jurídico dominicano.

La realidad es que nuestras universidades, salvo casos específicos como el de usted y otros muy contados profesores, nunca procuraron enseñarnos a pensar críticamente y menos a ver lo que los americanos llamarían “the bigger picture”, y hoy estamos viendo las consecuencias.

Hoy el ejercicio legislativo es cada vez más torpe y vacío, la jurisprudencia es cada vez más impredecible e inconsistente y la doctrina luce estancada como tratando de definirse a si misma en este contexto.

Es como si el derecho dominicano involucionó a la Tierra deforme descrita en el Génesis en la historia de la creación pero no obstante ello, mi estimado profesor, el ejercicio de enseñar la correcta construcción de un cuerpo jurídico de normas, orientar hacia el pensamiento crítico en nuestras escuelas y motivar a una nueva generación de profesionales a asumir con seriedad el ejercicio de sus carreras sin dejar que estas queden reducidas a ejercicios repetitivos condenados a ser realizados por aplicaciones tecnológicas o programas autónomos en un futuro cercano, eso no tiene precio.

Personalmente me encantaría que algún día vuelva a las aulas, para darle ese privilegio que tuvimos sus estudiantes a los nuevos profesionales que hoy se forman en estos nuevos tiempos de las cavernas jurídicas del Derecho dominicano.

El Nacional

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