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José Ramón Medina un pintor apasionado por su oficio

José Ramón Medina un pintor apasionado por su oficio

El pintor José Ramón Medina, oriundo de San Juan, respira por y para el arte. En él cabe más que en nadie que la fachada define al artista, y que es un tipo al que a leguas, sin hablar con él, uno podría adivinar a qué se dedica.

 
Una tarde calurosa es la elegida para conversar con él. Puntual y de hablar pausado, como los ingleses, me lo encuentro en la calle El Conde. Está en la cafetería Petrus, al aire libre y bañado por la peatonal atmósfera, ofreciendo unas explicaciones a un aspirante a artista, y de inmediato me llama la atención el croquis que ha hecho sobre una página.

 
“De este pentágono se saca todo”, es la expresión que alcanzo a escuchar. Y es que Medina ha combinado, como me confesara más tarde, por más de treinta años, los oficios de artista plástico y de profesor en una prestigiosa institución.

 
Pero termina rápido y salimos hacia el taller. El día está al borde de dar un respiro o un giro que uno desea, pues el sol se ha ocultado de repente. La oscuridad de las escaleras que hay que subir para llegar al estudio del pintor Medina, es compensada, una vez uno se encuentra allí arriba, con una brisa salvadora y varias habitaciones pletóricas de obras que de inmediato enamoran a la vista.

 
Allí el pintor José Ramón Medina se acuartela varias veces a la semana para emburujarse con sus demonios, allí uno se siente de inmediato invadido por la luz de los cuadros.

 
Las obras, unas empezadas, y otras terminadas, pero todas con la impronta, con la marca de la fuerza del artista. Hay símbolos, referencias, colores, que recogen, por un lado, recuerdos de una infancia que arrastra y que sólo ofrece riquezas, y de un campo, donde el río y la naturaleza se volvieron elementos capitales en su decir pictórico.

 
Señala que las inquietudes místicas y filosóficas lo han llevado a tomar el pincel, pues siempre se ha preguntado cuál es el papel del hombre en la tierra. Las influencias fundamentales las apunta hacia sus familiares.

 
“Mi abuela era amiga de Liborio, imagínate lo que puede significar eso para un niño. Yo la veía que andaba con aquel ser para arriba y para abajo”.

 
Pero el paisaje ha cubierto también la obra de José Ramón Medina, artista quien ya lleva seis exposiciones individuales y que inaugura la séptima en julio. Asegura que sin el campo él no hubiese sido lo que es actualmente. “Las creencias marcaron mi existencia. Mi campo era mi Macondo”.

 
Respecto a la academia y su paso por Bellas Artes, está muy claro. “De la academia hay que saber cuándo liberarse. Pero algo tiene claro: “El arte no es sólo técnica”. José Ramón Medina, apunta que también hay que echar mano al conocimiento, a la reflexión y a la sensibilidad.

 
En sus obras, a pesar de estar rozada por la actualidad lacerante, es observable que hay trazos por doquier de varas, cañas, bacás (bacases, como dicen por allá), porque como él mismo ha confesado, Ramón Medina es hombre marcado, y esos estigmas del recuerdo los vomita en el lienzo.

 
Cae la tarde. El artista me ofrece la mano cálida. Lo dejo en el umbral de las oscuras escaleras. Me lo imagino subiendo, me lo imagino con el pincel en las manos incorporando la luz a aquellas telas manchadas, mientras yo me adentro a la zona colonial, y me voy dando cuenta que la noche vendrá, con la magia con que siempre lo hace.

El Nacional

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