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José Santos Taveras en ruta permanente de coraje

José Santos Taveras  en ruta permanente de coraje

El pensamiento de la superba actriz norteamericana Mae West, epocal de la eximia cronista social Lowella Parsons, del Hollywood dorado, define y expresa el contenido de esta entrega, un reconocimiento afectivo y valorativo al notable empresario, economista, pero sobre todo, inmenso ser humano que es José Santos Taveras, y una interpretación de su protagonismo industrial, que intento reseñar aquí.

Claro que el primigenio coraje de todo ser humano es poder nacer, desencadenante de un proceso de constantes y peliagudos retos, consigo mismo, y con las ondulaciones ajenas pletóricas de negaciones cristianas que nos cercan, acosan, y amerita un valor sin vacaciones para superar, vencer, y triunfar.

José Santos Taveras es un espejo de todos los avatares y retos de una persona que surge de un hogar pobre, como es el 90% de los hogares dominicanos, sobre todo de una aldea como Villa González, capital centenaria de las mejores vegas tabaqueras del país, símil de las de Las Vegas de Vuelta Abajo, provincia Pinar del Río, Cuba, cuna de los Cohíba.

Jovencito, laboraba en Santiago de los Caballeros, distante 14 kilómetros de Villa González, y saliendo del trabajo, le esperaba el aula nocturna, y luego, con el tránsito lento de hace medio siglo en el país y en ese trayecto, José debía aguardar paciente el paso de un camión, una camioneta, encaramándose raudo, en una providencial “bola”, para llegar a casa extenuado, pero no vencido.

Porque siempre identificó la diferencia entre vencido y derrotado. Vencido en muchas ocasiones, derrotado, nunca.

En ese cosmos, nunca mostró fastidio, cansancio, hastío, pasarle ni siquiera fugaz por la mente claudicar, por la dureza de esos días, de alimento frugal, muchas veces ninguno, porque la brújula, el norte, era firme, claro, conforme la estructura filosófica hacia la cumbre de José, porque claudicar a todos esos instintos es de pusilánimes, y José es la antípoda a esas deficiencias estructurales humanas de pendejismos y auto compasiones, que sabe, conducen al abismo, la derrota y José apostó a todo lo contrario.

Como José se recibe de economista, desempeña compromisos públicos, es el símil de vadear un afluente “botado” por un temporal, una odisea inspiradora de una oda como Ariosto en Orlando Furioso. Fábrica de Cemento, enfrentando a los galipotes chantajistas. Banco Central a otros galipotes mayores.
“Nadie puede impedirte hacer la prueba”, parece que José aprendió la sentencia del notable periodista y escritor de cuentos norteamericano Damon Runyon, porque nada, ni nadie, logró arredrarlo, ni consiguió hacerle desistir de sus propósitos y metas. Porque allí siempre estuvo Argentina, de cayado, para impedir que cayera.
“Harás lo que hay que hacer, o no serás nada”, también parece que José abrevó en la sentencia del general José de San Martín, Padre de las independencias de Argentina y Chile, que proclamó la independencia de Perú, organizando el Ejército de los Andes, para caer como un rayo divino sobre Cha cabuco y Maipo, y parir a Chile.

José ha hecho cuanto ha tenido que hacer, enfrentar las adversidades, que interpretó como pértigas, en vez de obstáculos, superándolas todas, y conjugar como el historiador sajón Arnold Toynbee resumió como toda la existencia de los hombres y los países se resume en su sentencia de reto y respuesta, haciendo camino al andar, trazando sin pretenderlo, un manual de ese término en boga llamado emprendedurismo, desafío a los reveses, demostrándose a sí mismo y al resto, que cuando se quiere, se puede, y que los tropezones en el camino sirven para avanzar más rápido, no un necio obstáculo, sirviéndole de experiencias sabias, para no tropezar con la misma piedra, recordando al superbo crooner Julio Iglesias.
Moldear el proyecto de Planeta Azul y convertirlo en el agua por ósmosis de mayor flujo de caja del sector, es consecuencia de ese jalonar envarado, del inventario de jaldas que José superó, sin jadear, sin encontrarla imposibles, sin volver la cara atrás, recordando a la mujer de Lot en Sodoma, calculando no el trayecto recorrido, sino más bien el que falta, estímulos para avanzar y coronar las metas, y proseguir con su humildad inalterable, porque la motivación cardinal no es, parodiando a Benedetti, llegar solo, sino todos juntos.

Escudriñando la reciente obra de José Santos Taveras, La Ruta del Coraje, es posible advertir en el transcurso del relato sus vivencias desde abajo, como estudiante, funcionario público, y la opción empresarial, la reciedumbre de un carácter fundido en un propósito alto y sano, de escalar por méritos y esfuerzos propios, sin la contaminación de las inconductas que reportan opulencias, pero que dañan y transmiten ejemplos negativos, exentos de gratificantes normas que imitar.
Es el caudal enaltecedor que se percibe en La Ruta del Coraje.

“Solo vives una vez.
Pero si lo haces bien,
una vez es suficiente”
Mae West, Actriz estadounidense.

El Nacional

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