Opinión

Jóvenes perdidos

Jóvenes perdidos

En el mundo, más de una cuarta parte de niños y niñas se inician en la vida sexual antes de los 15 años, la mayoría de las veces de manera involuntaria y con la intervención de personas adultas; eso indican las cifras internacionales, y nos comprenden.
Sin embargo, no reconocemos la necesidad de información y conocimientos de la niñez, adolescencia y juventud para protegerse contra enfermedades de transmisión sexual y de embarazos.

Dejamos la posibilidad de tomar decisiones libres, informadas y responsables sobre su vida sexual y reproductiva a personas adultas cercanas, la mayoría de doble moral, juzgadoras y castigadoras. Y el Estado permite que esto ocurra, sin servicios de salud que satisfagan sus necesidades de atención, aún cuando hayan iniciado sus relaciones sexuales.

En este marco nacional, en períodos cada vez más cerradamente cíclicos, quedan con graves secuelas y mueren niñas adolescentes y muy jóvenes, en sucesos asociados a maternidades precoces, con un amargo sabor a pérdida en la sociedad dominicana. Una embocadura, sin embargo, capaz de mantenernos en la misma crueldad, sin trascender a resolverlo.
El intento de suicidio de una menor embarazada, públicamente nombrada y fotografiada a pesar de la prohibición en las leyes, es otro grito desgarrador de ese sector etario tan poco respetado, que nos dice lo mal que estamos llevando los derechos de las niñas y los niños, las jóvenes y los jóvenes, en fin, de las personas.

La acción de lanzarse al vacío desde un túnel como el de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez, teniendo cinco meses de un embarazo tan secreto que ni una sola persona adulta de su entorno lo haya presumido tan siquiera, es tan alarmante como para remitir a la necesidad de reconocer de una vez y por todas, la salud sexual y salud reproductiva de los niños y niñas, adolescentes y jóvenes ahora, si no queremos seguir ignorando un problema real arraigado entre nosotros.

Un escándalo para los sistemas de salud y educación, por supuesto, que siguen permitiendo que estas cosas ocurran, manteniendo la indiferencia en los servicios y en las currículas atrasadas y aberrantes. Un pecado, seguramente imperdonable, para congresistas adocenados en los ritos de las fechas más patrias y por los sustos politiqueros más grandes. Un amonestación grave para las ausentes paternidades dominicanas.

Un aviso de peligro al conjunto entumecido por prácticas sociales deshumanizadas. Una vergüenza para toda la sociedad. Las incumbencia de los Ministerios, entiendan que su trabajo no es solamente hablar de logros. Este es un tema del que no han opinado y debieran hacerlo ya.

El Nacional

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